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La ingeniería proteccionista no descansa: las medidas aprobadas por los principales gobiernos

El presidente de los EEUU, George W. Bush

En la guerra, la primera víctima es la verdad; en una crisis económica, la primera víctima es la libertad de mercado. Al menos eso parecían pensar los miembros del G-20 que en noviembre se reunieron en Washington.

En la declaración final de aquella sonada conferencia se hizo un pronunciamiento categórico contra cualquier atisbo de proteccionismo, incluso se instó a los gobiernos a concluir la interminable Ronda de Doha, con la convicción de que el comercio libre es una parte importante de la solución y no el problema.

Poco más de dos meses más tarde, todo aquello parece papel mojado. En los cuatro puntos cardinales aparece el leviatán del protec- cionismo, en permanente metamorfosis. No sólo se trata de poner trabas directas al comercio internacional, cuya sofisticación va mucho más allá de los aranceles y las homologaciones y certificaciones, sino que los Gobiernos han actuado sobre las paridades monetarias, sobre las ayudas directas e indirectas a las empresas y a las entidades financieras, han introducido o restablecido maniobras de dumping social, han sucumbido a las peticiones de racionalización de los flujos migratorios y un largo etcétera de entorpecimientos que rematan siempre en un sálvese quién pueda que echa por tierra los logros de los últimos años de globalización.

En la reciente conferencia de Davos, el ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, calificó certeramente la situación: "El proteccionismo, dijo, es una enfermedad y además, contagiosa".

Cabría añadir un matiz. En esta ocasión, la transmite un virus mutante, que en cada país adquiere perfiles diferentes, que pueden ir desde la apelación a consumir productos nacionales, como han hecho Miguel Sebastián o como han legislado en Estados Unidos, hasta la oferta directa de toda clase de incentivos para evitar la deslocalización o al más tosco establecimiento de barreras físicas a productos ajenos, incluido el asalto y vertido de mercancías en puertos y carreteras.

El 'made in Spain'

Tanto el Gobierno central como algunos ejecutivos autonómicos han establecido ayudas directas a empresas, bien para evitar el traslado a otros países, bien para mantener el empleo. Han apoyado estas ayudas en programas de investigación y desarrollo para sortear las normas de competencia de la Unión Europea. Este es el caso del plan de 3.000 millones de euros de apoyo selectivo a determinados sectores industriales.

Medidas de corte comercial no se han producido, al depender la política aduanera de la Unión Europea. Sin embargo, dentro del mercado interior, algunas autonomías han pretendido que planes regionales concretos circunscriban los suministros a las empresas del perímetro de la comunidad.

Una anécdota que pone de relieve lo que el profesor Emilio Fontela calificó de "tentación proteccionista" fueron las cuestionadas manifestaciones del ministro de Industria Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, en las que pedía el consumo de productos españoles por encima de otras consideraciones de calidad y precio.

¿'Buy American'?

Pero por encima de las declaraciones del ministro español, el plan de estímulo aprobado por el Congreso de Estados Unidos el pasado 28 de enero incluía, en una de sus 700 páginas, una pequeña sección que despertó la atención de medio mundo. Media página obligaba a todos los proyectos de infraestructuras públicos financiados con el dinero del programa a usar hierro y acero sólo fabricado en los límites de las fronteras norteamericanas.

Esta puntilla levantó ampollas entre los políticos e institutos económicos dentro del país y en el panorama internacional, sobre todo, tras conocerse que entre las enmiendas añadidas en el Senado (que votará en los próximos días) se incluye la de Buy American o Compre Americano, que va más allá y extiende esta obligación a todos los productos manufactureros.

Una de las reacciones más importantes llegó el pasado martes desde Bruselas: la Comisión Europea comenzó a mover sus resortes para reclamar a la nueva Administración que retire esa controvertida iniciativa del proyecto de ley. Ante el toque de atención, el presidente norteamericano, Barack Obama, reconoció horas después que está de acuerdo en que su país "no puede enviar un mensaje proteccionista cuando el comercio internacional está en caída" y Bruselas dio la bienvenida a sus declaraciones.

Dos frentes abiertos

Pero la Comisión Europea combate estos días el proteccionismo no sólo en Estados Unidos, a quien ha recordado, además, que su restricción incumpliría el compromiso político de la cumbre del G-20 y violaría las reglas sobre licitaciones de la OMC. También tiene un frente interno abierto.

La Comisión Europea y el Gobierno francés se reunieron ayer para analizar la idea de París de obligar a los fabricantes de automóviles que se acojan a las ayudas públicas galas a comprar un determinado porcentaje de los componentes de sus coches a suministradores nacionales. Neelie Kroes, comisaria europea de competencia, leyó a Francia.

Kroes también explicó que Bruselas está a favor de medidas que apoyen la demanda de coches como, por ejemplo, los planes de renovación de la flota que incentivan el desguace de los coches más viejos y contaminantes, y la compra de nuevos. La Comisión Europea también defiende medidas de protección social de los trabajadores como esquemas de suspensión temporal de la producción. Además de ayudas a la investigación, a la innovación, y al desarrollo de productos y servicios verdes.

Otra pista apuntada por Bruselas para hacer frente al colapso del crédito es que los poderes públicos impulsen temporalmente préstamos con tipos de interés reducidos para impulsar la producción respetuosa con el medio ambiente.

Kroes añadió que la decisión francesa supone el riesgo de una vuelta al proteccionismo en Europa, que no interesa ni a Francia ni a sus marcas de coches.

Más que inyecciones

El Ejecutivo británico, por su parte, lucha entre lo correcto y lo popular. Sabedor de sus compromisos con la UE, Gordon Brown, tropezó en esto último cuando en 2007 proclamó que crearía "más empleos británicos para los británicos". La frase multiplicó su sentido en voz de los sindicatos.

Tampoco ha estado remiso el Gobierno de Gordon Brown a la hora de ayudar a los bancos británicos, especialmente maltratados por la crisis. Todas las fórmulas de apoyo han sido puestas en favor de salvar el conjunto del sistema financiero.

Aunque en este ámbito las autoridades de la competencia han mirado para otra parte, lo cierto es que la banca británica asentada en el Continente goza hoy de unas ventajas competitivas inducidas por la acción gubernamental de las que no disfrutan las entidades financieras de otros países, como España.

Frente antiproteccionista

Para la primera potencia exportadora del mundo, oír hablar de proteccionismo es como oír hablar del mismísimo diablo. Alemania teme que una de las consecuencias de la crisis sea un enroque de los gobiernos nacionales contra el libre mercado. A Berlín también le preocupa especialmente la posición de la nueva Administración estadounidense. La canciller, Angela Merkel, asegura haber obtenido el compromiso personal de Obama de que su Gobierno no promoverá medidas proteccionistas para la economía norteamericana.

"No es la respuesta contra la crisis", insiste Merkel, que ha hecho de la lucha contra el proteccionismo su caballo de batalla y su apuesta para la reunión del G-20 de abril en Londres. Sin embargo, el temor está presente en Alemania. Especialmente suspicaces se muestran los grandes fabricantes del sector automovilístico respecto a las ayudas públicas a sus competidores del otro lado del Atlántico.

Cierto instinto protector

De cara a la galería, el Gobierno francés rechaza cualquier tentación proteccionista y también está inquieto por las medidas que puedan adoptar EEUU y otros países europeos. "Lo que más me preocupa es la tendencia a la renacionalización de las políticas de estímulo desde enero", apuntó el primer ministro, François Fillon, para insistir en que "el proteccionismo fue un factor agravantes de la crisis de 1929".

Sin embargo, mucho antes de que estallara la crisis, el instinto "protector" de Francia estaba ya ampliamente documentado (freno a las inversiones extranjeras en sectores considerados "estratégicos", intervención directa para salvar a las empresas galas de asaltos del exterior). Y, para colmo, la medida de apoyo a los componentes de automóvil que ayer rechazó Bruselas.

El plan francés de estímulo económico tiene también un fin proteccionista, como ha reconocido el propio ministro para el Relanzamiento económico. El Ejecutivo se niega a fomentar artificialmente el consumo, alegando que eso sólo beneficiaría a los productos más baratos made in Asia, y prefiere un estímulo mediante la inversión, creadora de empleo y riqueza.

Todos temen a China

En Asia, donde de las exportaciones dependen en torno al 40 por ciento del PIB de la gran mayoría de países, el riesgo proteccionista se vislumbra desde la tentación de algún Gobierno de devaluar su moneda para ayudar a su sector exportador en una coyuntura de mínima demanda.

En ese sentido, EEUU acusa a China de "manipulación de su divisa", para mantenerla baja, usando unos términos que evitó la Administración Bush para no dañar su relación con Pekín. En 2005, la presión de Washington llevó a las autoridades chinas a dejar fluctuar parcialmente al yuan, lo que derivó hasta el pasado verano en una apreciación del 20 por ciento frente al dólar.

Sin embargo, coincidiendo con el impacto de la crisis global en el sector exportador chino, esa tendencia al alza no sólo se frenó, sino que, desde diciembre, empezó una constante devaluación que, según algunos economistas, puede entenderse como una protección a los exportadores chinos. Ese escenario, advierten, podría enfrentar a ambas potencias hasta la guerra comercial.

Al tiempo, China no duda tampoco en contraatacar. Hace semanas, Pekín solicitó a la OMC una investigación acerca de las tarifas antidumping aplicadas por EEUU a cuatro categorías de importaciones chinas, con la idea de ayudar a la industria manufacturera china ante barreras comerciales ilegales.

Ayer mismo, Pekín anunció que estudia una acción similar ante la OMC después de que Nueva Delhi decretase, el 23 de enero, la prohibición de importar juguetes chinos durante los próximos seis meses como medida para socorrer a la industria india. Semanas atrás, la UE aplicó aranceles a las piezas de tornillería de acero chinas.

América Latina se suma

En el caso de los países del Mercosur, el tsunami mundial ya azota el comercio y la producción industrial de Brasil y Argentina. A una caída promedio del 50 por ciento de sus exportaciones, el coloso de Sudamérica debe sumar la avalancha de bienes provenientes del tambaleante Sudeste asiático y, sobre todo, de China. Esta nueva realidad llevó al presidente, Lula da Silva, a imponer licencias automáticas para bienes importados de 24 sectores productivos, incluyendo los provenientes de su principal socio comercial: Argentina.

Las inmediatas y duras protestas de Argentina, acompañadas de amenazas poco veladas de actuar en el mismo sentido, hicieron recular a Brasilia en menos de 24 horas, dejando sin efecto esas licencias con "fines estadísticos", paso previo a la imposición de medidas proteccionistas menos disimuladas como las licencias no automáticas.

En lo que se refiere a Argentina, el flamante Ministerio de Producción trabaja en un estudio pormenorizado de las cifras del comercio exterior. Hasta el momento, se han instaurado licencias automáticas sobre el sector de neumáticos y aluminio. Pero todo indica a que se avecina una dureza inusitada en la relación con las automotrices que operan en Brasil y Argentina.

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