
El sector de la automoción es estratégico en España –es el segundo país fabricante en Europa y octavo a nivel mundial- con un peso en el PIB de alrededor del 10%, además de concentrar el 9% del empleo nacional. Además, el automóvil es el producto que más valor neto positivo aporta a la balanza comercial. Tan sólo en 2020, supuso 17 millones de euros.
Es el peso de un sector que está inmerso en toda una transformación, que comprende cambios disruptivos importantes como la electrificación, la conectividad y el vehículo autónomo o coche comunicado y las nuevas formas de movilidad. Son cambios que tienen en común la digitalización, que es uno de los dos factores fundamentales que afecta al futuro de la automoción en España, junto con la descarbonización.
"La digitalización es un cambio que no tiene unos objetivos concretos, no hay un pacto verde europeo o similar, pero realmente es una fuerza que va a cambiar todo el sector de la automoción", asevera José López-Tafall, director general de ANFAC. En esta línea también se pronuncia el presidente de CEOE Aragón, Ricardo Mur, quien explica que "estamos convencidos del cambio digital. La mejor estrategia debe basarse no solo en la tecnología, sino en cambiar la cultura y los procesos. Debe llevarse a todos los elementos internos de la empresa. La digitalización no es una opción, es una obligación. Hablar de digitalización no es optativo, no es hablar del futuro, sino del aquí y del ahora".
La necesidad de crecer así en la Industria 4.0 se convierte en clave para el sector con el fin de mantener la riqueza y adaptarse a una etapa de cambios rápidos y continuados. "En la industria conocemos la tecnología (big data, blockchain, IoT...), que está disponible, pero el reto está en ser capaces de identificar cuáles de ellas son prioritarias para nuestro modelo productivo" e implantarlas en toda la cadena de valor, indica José López-Tafall.
También la digitalización tiene que servir para mantener la flexibilidad que caracteriza a esta industria porque, según el directivo de ANFAC, "no podemos ser los más baratos y el plan no es competir con Turquía y Marruecos. Por eso es tan importante mantener la flexibilidad y la recualificación de los trabajadores, con la adaptación de nuevos perfiles", abordando a su vez cómo la plantilla actual se incorpora en esta nueva etapa.
"Desde el punto de vista de España y de su economía -añade-, con la digitalización nos estamos jugando la competitividad, que tiene que verse reforzada con la digitalización porque nuestra base es la flexibilidad y no el precio bajo". Y esto es especialmente importante porque "nosotros no tenemos las casas matrices y tenemos que demostrar que somos capaces de integrar todas las tecnologías en la cadena de valor. Si hay un momento en el que se tiene que hacer, es ahora porque en Europa ya se están repartiendo las nuevas capacidades, las nuevas inversiones para hacer frente al reto de la descarbonización".
Los fondos Next Generation EU se perfilan como una herramienta que puede ayudar a contribuir a este cambio, aunque disponer de recursos económicos no es suficiente porque hay un conjunto de factores de competitividad como los recursos humanos, la negociación colectiva que ha funcionado y que demuestra que se puede atraer inversión y la alta contratación indefinida en el sector, entre otros.
La tecnología no puede condicionar el negocio
El proceso de cambio está siendo afrontado por muchas empresas desde hace tiempo como es el caso de Fersa, especializada en rodamientos, que ha pasado de facturar 14 millones de euros en 2013 a 88 millones el año pasado, estando previsto llegar en 2021 a los 100 millones. Además, tiene plantas en Zaragoza y China y suma una plantilla de 500 personas. Un crecimiento que se ha basado en una transformación importante. "Era una empresa sólida, pero decidimos que el modelo de negocio no era rentable porque se basaba en la comercialización y tenía poco valor añadido. Queríamos pasar a ser una fábrica de rodamientos", expone Pedro Pablo Andreu, director general de FERSA.
La empresa ha abordado una importante transformación que se ha basado en que toda la organización pivote en cómo ser los mejores en resolver problemas; contratar a buenos profesionales y dejarles su espacio para crecer -incluso se ha creado una startup-, tener jerarquía y utilizar la tecnología porque "nuestros competidores son muy grandes y facturan decenas de millones. Tengo que ser capaz de hacer mucho con poco".
El camino no ha sido fácil, sobre todo, desde el punto de vista tecnológico para tomar la decisión de qué tecnología es la más adecuada. "Hay un montón de marcos y modelos. El problema es no saber por dónde empezar porque, además, no hay dinero para todas. Hay que diferenciar qué tecnologías aportan o no valor. Hicimos un roadmap porque la tecnología no puede condicionar mi modelo de negocio, sino que se debe ir del modelo a la tecnología" para lo que la empresa tiene que tener muy claro el modelo que quiere. Pero, sobre todo, hay que ser "ambicioso en el planteamiento y tener ambición en los objetivos y determinación".
Un hub para impulsar la transformación digital
En el proceso de transformación digital "es importante la colaboración entre el tejido empresarial y también la público-privada para aumentar el ritmo de digitalización", explica Ricardo Mur, presidente de CEOE Aragón, entidad que ha organizado la jornada 'La digitalización en la automoción', junto con Aragón DIH (Aragon Digital Innovation Hub), iniciativa esta última que está promovida por el Instituto Aragonés de Fomento (IAF), ITAINNOVA y la Universidad de Zaragoza, entre otras entidades, con el fin de constituir un ecosistema para ayudar a empresas y pymes de cualquier sector a afrontar esta transformación digital, promoviendo "altas prestaciones en tecnologías como la inteligencia artificial, computación en la nube, robótica o procesos industriales inteligentes", afirma Pilar Molinero, directora-gerente del IAF, entre otros ejes de acción.