
En Delancey Street en su cruce con Clinton Street, la decisión de Fidel Castro de no aceptar la presidencia cubana era la comidilla en Santo Domingo Bakery, una pastelería especializada en arepas y avenas, donde la mayor parte de sus clientes son hispanos residentes en el barrio. Por supuesto, se notaba cierto alivio entre los dos cubanos que disfrutaban de su café con leche, aunque sus palabras no desbordaban optimismo.
"Raúl Castro lleva ejerciendo las labores de presidente desde hace ya tiempo y no ha habido muchos cambios, habrá que esperar a que Fidel muera para ver realmente una Cuba libre", afirmaba Luis Martines, un cubano de 63 años. Para Rafael Botello, un estadounidense de padres cubanos, "la noticia no es más que una panfletada del gobierno castrista".
En la tienda de ropa Abbas, regentada por un dominicano, el hecho de que Fidel no vuelva a la presidencia es una mera anécdota ya que como reconoce su dueño, "eso lo único que demuestra es que está muy enfermo".
En la tienda contigua, un restaurante de antojitos criollos, sus trabajadores puertorriqueños no mostraban mucho entusiasmo por los cubanos confirmando que "mientras la familia Castro siga en el poder, Cuba no registrará ningún cambio".
¿Un cambio útil?
Curiosamente, en el estado de Florida, donde reside la mayor comunidad cubana en Estados Unidos, la mayor parte de las organizaciones anticastristas opinan lo mismo. Miguel Saavedra, director de la agrupación Vigilia Mambisa cree que "el único cambio que sería útil para Cuba sería una completa transformación del régimen". "El hecho de que Fidel no regrese a la presidencia no ha sido más que un hecho mediático que ha confundido aún más a los cubanos", asegura.
En la Pequeña Havana, la euforia era mucho más evidente que en la Gran Manzana, y muchos cubanos se amontonaron en las calles afirmando en tono de sorna que "creo que Fidel se ha vuelto a morir otra vez". Desde la Universidad de Miami, Andy Gomez, miembro del Instituto de estudios cubanos reconocía al Miami Herald, que "no creo que alguien tan narcisista como Fidel sea erradicado definitivamente del gobierno".
Más de lo mismo
Evidentemente, esta noticia es más de lo mismo. Cuando elEconomista viajó a La Habana en septiembre de 2006, todos los cubanos coincidían en afirmar que la vida bajo la supervisión de Raúl no era distinta a la de Fidel. Durante conversaciones con líderes de la disidencia como Oswaldo Payá, se dejaba entrever que Raul podría ser algo más abierto que su hermano Fidel pero aún así el cambio no estaba garantizado.
Payá afirma en su página web al respecto de la dimisión de Fidel que "la Asamblea Nacional y todos aquellos que les sustituyen en el poder deben trabajar inmediatamente para transformar las leyes para que los ciudadanos tengan derechos a expresarse asociarse, transformar la ley electoral , convocar elecciones libres, liberar presos políticos pacíficos para que en orden y en paz, en un ambiente de reconciliación, el pueblo cubano pueda iniciar una nueva etapa de su vida".
El embargo continuará
Sin embargo, a este lado del Atlántico los cambios no son demasiado evidentes. El Departamento de Estado afirmaba que EE.UU seguirá manteniendo el embargo con Cuba pese a la salida de Fidel.
El embargo de EEUU a la isla caribeña seguirá vigente, al menos de momento, debido a una serie de disposiciones legales que impiden al presidente, George W. Bush, revocarlo y sólo otorgan esa competencia al Congreso.
Estas exigencias están incluídas en la Ley Helms-Burton de 1996, que endureció el embargo o bloqueo económico, comercial y financiero a La Habana y que establece claramente que mientras un miembro de la familia Castro esté en el poder, el presidente de EEUU no podrá decidir el fin de la medida coercitiva.