
James Rodríguez volvió a estar en el banquillo. Esta vez, ante el Sevilla, acompañó a Isco como suplente, dejando claro que la entrada de Casemiro parece superar el grado de 'temporal'. El colombiano ya no forma parte del equipo titular, y ayer solo gozó de 16 minutos en los que no hizo nada para cambiar la situación. Frente a la paz que instauró al goleada en el Bernabéu, el '10' se consolida como único frente abierto que tiene el club blanco.
En un partido sin ningún tipo de incendio (ni siquiera cuando Cristiano falló el penalti ante Sergio Rico), la afición madridista terminó pitando a James en el escaso tiempo que disfrutó sobre el césped. Todo ocurrió en una contra del equipo que condujo el colombiano, demasiado lento en la fluidez de balón. La acción, con varios de sus compañeros solos, acabó en un robo del rival. La respuesta del respetable fue una perceptible pitada.
El asunto pareció desconcertar a un jugador que no se llegó a enchufar en el partido. Lo que sucedió a continuación fue una demostración de lo que supone un mal estado de forma. Pérdidas, pases mal ejecutados, decisiones incorrectas...James no lo hizo nada bien.
El cafetero emite malas sensaciones, incluso en el lenguaje no verbal. Se ve a un jugador cabizbajo, sin confianza. No queda nada del futbolista clave del curso pasado. No hay ni disparo, ni último pase, ni desborde...solo dudas.
Con un Zidane que parece haber encontrado su once tipo, James se convierte en el único pero persistete problema que resolver a corto plazo. Queda el durísimo reto de la Champions, y para ello el técnico necesita a todos los jugadores entonados. A diferencia de un Isco que, eficacia al margen, sí parece estar disponible en todos los sentidos, James parece enquistado en el cajón de los asuntos por solucionar.