
Apenas un mes y medio después del comienzo de la temporada, Rafa Benítez ya ha tenido un puñado de polémicas y roces con diferentes estamentos del Real Madrid. Justo tras el partido más importante de lo que va de curso, la nómina de enemigos aumenta.
El cruce de declaraciones con Sergio Ramos promete tener consecuencias. El técnico le dedicó un 'dardo' al defensa asegurando que acciones como las del penalti cometido ante el Atlético no podían volver a ocurrir, y el capitán blanco no se ha cortado en responder de forma contundente, incluso insinuando que si no aguanta la presión inherente al cargo de entrenador del Real Madrid debería dejarlo.
Ha sido el último y el más sonado choque, pero la resaca del derbi no ha dejado solo estos enfrentamientos. Con su once titular, generó descontento en la directiva por la ausencia de Bale, al que también apartó de la zona que le había pedido en pretemporada, llevándole a la derecha de nuevo.
El desarrollo del partido y el posterior desenlace también causaron fricciones: con la plantilla, que se sintió agraviada por la salida al campo de Arbeloa y por el conservadurismo del técnico. Uno de los jugadores que protestó en público, Karim Benzema, también expuso su enfado por la situación en la que se encuentra, relativa a la frecuencia de sus sustituciones.
Todo esto se une a tres problemáticas que ya dieron que hablar en los primeros compases de temporada: el ostracismo a un Cheryshev que protestó por las maneras del técnico, el eterno duelo que ha mantenido respecto a la importancia de Cristiano y a un reconocimiento público del luso. Por último, la polémica con Jesé Rodríguez, al que acusó de forma sutil de no entrenar con toda la intensidad que debería.
Lo cierto es que este conjunto de choques hacen buena la elección de entrenador por un Florentino Pérez que, entre otras razones, le habría elegido por su perfil más apto para ejercer de parapeto ante las críticas que pudiese recibir la institución, con el aluvión de opiniones negativas al adiós de Ancelotti y la despedida de Iker Casillas. Una tarea que el propio técnico ha hecho más difícil.