
A pesar de no haber perdido ningún partido y enlazar cuatro victorias seguidas, el Real Madrid llegaba a San Mamés con la mosca detrás de la oreja: el Athletic era la primera prueba dura que afrontaba el equipo de Rafa Benítez. Los blancos salieron victoriosos, y en el duelo con los bilbaínos el entrenador tuvo bastante que ver.
En un partido que se preveía duro, apostó por Kovacic en lugar de Casemiro para cubrir la baja de Bale, y el plan le salió. Hubo alternancia de brillantez y periodos de menor fútbol, pero el Real Madrid realizó un partido serio, en el que en todo momento tuvo claro el rumbo a seguir, algo que ideó el técnico y que ejecutó el plantel.
El Athletic se había estudiado el último partido del Real Madrid, que sin Sergio Ramos se había visto agobiado por el Granada en la salida de balón. Así, se presionó muy encima a la zaga madridista, que en este caso vio un panorama diferente al del pasado sábado. Con Kovacic en lugar de Lucas Vázquez, Benítez montó una línea de cuatro mediocentros que ofrecieron muchas más alternativas para sacar jugada la pelota.
Esto dio oxígeno a Kroos, y junto a un partido excepcional de Modric (sin el acierto de los jugadores, los planes, por muy buenos que sean, se quedan en agua de borrajas), las piezas encajaron. Así surgieron múltiples contras, ya que una vez traspasada la primera línea los jugadores blancos se encontraron con muchos metros para hacer lo que más les gusta: correr y lanzar contras. Solo la falta de acierto hizo que se llegase al descanso con el 0-1.
Más tarde, el empuje del Athletic (que en verdad no hizo un mal partido y se sintió demasiado lastrado por dos errores individuales puntuales) anuló la capacidad del Real Madrid de ejercer ese poderío a través de pases verticales, pero la sensación fue clara: el equipo respondía a un plan establecido. Un plan que llevó a la victoria y al liderato.