
Cada vez está más cerca la llegada de Rafa Benítez. El madrileño será el nuevo habitante del que, probablemente, sea el banquillo más complicado del mundo de fútbol. Una banca que devora personalidades y proyectos al más puro estilo de una cadena de producción. Todo de la mano de uno de los presidentes más cortoplacistas del universo futbolístico: un Florentino Pérez que con su última decisión ha hipotecado su crédito en Concha Espina.
El presidente ha tomado una de las decisiones menos compartidas a nivel institucional de sus dos mandatos: el despido de Carlo Ancelotti. No se trata de una simple destitución, sino de algo más. Con esta medida, Florentino se ha desmarcado, y eso hace que la responsabilidad recaiga plenamente en él. Al ejecutar este movimiento sin el apoyo de los jugadores, de la hinchada y solo con un sector del palco a favor, queda prácticamente solo.
Más allá de la elección del candidato, lo que más expone al presidente tras su elección es la rotura con un modelo que aún estaba en base de asentamiento y que generaba ilusión. Después de ganar la Décima, se pensó en un Real Madrid que marcase una época. Ciertamente, había mimbres para ello. Se había dado con un esquema, se había dejado atrás un ambiente nocivo en el vestuario, los jugadores estaban con el técnico...
Tan cierto como esto es que, en caso de no haber marcado Ramos el gol en el famoso 92:48, probablemente no se estaría hablando de lo mismo, pero el fútbol es un deporte que a pesar de toda la dedicación que exige, suele decidirse por detalles.
Así, en junio de 2014 el panorama era el siguiente: había estructuras suficientes como para formar una escuadra que compitiese al mejor nivel y con las mayores aspiraciones. El mercado de fichajes desequilibró la plantilla, que se quedó sin pivote. No obstante, el cambio a un mejor juego fue posible, y duró más de dos meses en los que el Real Madrid jugó de escándalo. Más tarde, el equipo se hundió físicamente, pero el camino estaba marcado.
No bastaron la Supercopa de Europa y el Mundial de clubes, tampoco las semifinales de Champions. Pesó demasiado para Florentino el vacío en las tres grandes competiciones, aunque la senda estaba escrita. Solo se necesitaban retoques en el mercado, no se precisaba de un porrón de fichajes de renombre. Sin embargo, y a pesar de las señales emitidas por unos y otros sectores, decidió romper, y el elegido es Benítez.
El cambio en el banquillo no es solo de nombres, y ahí estaba el problema. Benítez difiere de Ancelotti en numerosos aspectos, desde el propio juego hasta la gestión de grupos, pasando por otros campos como la disciplina, las rotaciones...se trata de una nueva forma de hacer las cosas, pero con los efectivos que propiciaban un estilo diferente.
Ahora, lo que queda por delante es hacer del Real Madrid un equipo más rocoso cuando se encuentra lleno de mediapuntas, una escuadra solidaria que por lo general alinea a tres futbolistas que siempre han gozado de una bula para no defender. Un conjunto que aspiraba a jugar como los ángeles (recuerden ese camino marcado en los últimos meses de 2014) y al que ahora dirige uno de los entrenadores más pragmáticos del mundo.
Todos esos retos y muchos más penden de Rafa Benítez. Del acierto del entrenador depende en buena parte el crédito de un Florentino Pérez que, en una decisión que ha sorprendido y disgustado a un sector importante del madridismo, vive su mayor momento de exposición desde que regresó al club blanco en verano de 2009.