
En la fría Varsovia, fue un colombiano de sangre caliente el que encontró las llaves del tesoro para el Sevilla: Carlos Bacca, que hace tres años se paseaba por la liga belga, fue el faro que iluminó el camino del equipo andaluz a su segunda Europa League consecutiva y la cuarta en su palmarés (máximo de la competición). El Sevilla es la Europa League.
Dos aguijonazos de Bacca dieron al Sevilla la gloria en la capital polaca justo cuando más lo necesitaban los de un Unai Emery que sale engrandecido. No solo fue el triunfo de un bloque que ha terminado la temporada como un cohete, sino el de ese hombre que hace ocho años ni siquiera pensaba en jugar al fútbol de manera profesional y que se dedicaba a cobrar billetes de autobús en Barranquilla. Sus lágrimas, al final del partido, reflejaban el agradecimiento de un hombre que lo había dejado todo, al igual que sus compañeros. Porque el Sevilla tuvo que trabajarse el triunfo final, y mucho.
Habían transcurrido solo siete minutos cuando los hispalenses recibían el primer golpe, en la mandíbula. Matheus recuperó el balón en campo rival, avanzó por la derecha y la colgó al segundo palo. La defensa, descolocada, dejó el hueco suficiente para que Kalinic fusilase de cabeza.
No perdió los nervios el Sevilla, que se dedicó a partir de ese momento a asediar la portería de Boyko. Con paciencia, comprobó rendijas y examinó debilidades. La mejor opción fue la adoptada: tocar, combinar, esperar. El Dnipro, ordenado siempre, trató de soportar el asedio, pero las ocasiones fueron cayendo. Banega y Reyes con sendos tiros desviados fueron los primeros, pero Krychowiak era el elegido. En su propio país, el '4' avisó con un cabezazo, y en el 27' rompió el muro, aprovechándose de un rechace que engatilló a gol.
No tuvo tiempo el Dnipro para encajar el golpe, porque Bacca tenía planeado uno mayor aún. Su desmarque fue visto a la perfección por Reyes (en la segunda parte fue sustituido con un enfado de altura), que le plantó solo con un pase excelso. La definición del colombiano estuvo a la altura: regate al portero por velocidad y tiro ajustado al palo. 1-2, remontada. Tras el susto inicial, el Sevilla vio la luz, y se confió. Craso error.
Herido de muerte, el Dnipro tenía dos opciones: lamerse las heridas o contraatacar. Eligió lo segundo, ayudado por su rival, que cedió varios metros y la iniciativa. Konoplyanka asumió galones, y comenzó a ser francamente molesto para los defensas. Primero probó a Rico desde lejos, y en una nueva filtración entre líneas, propició la jugada que acabó en un derribo a Matheus. Rotan la ejecutó pegadita, y la milésima de segundo extra que tardó el meta en lanzarse fue definitiva. 2-2. El descanso dejaba un sabor agridulce.
Las sensaciones en la reanudación no fueron mejores. Ahí tuvo muy buenos minutos el Dnipro, que parecía haber llevado el partido a su terreno. Presionando, entrando fuerte a todos los balones, arrinconaron a los sevillanos. Y, entre medias, Konoplyanka, ese jugador. De la mano del ucraniano, que aparecía por todos los sitios, fue asustando el Dnipro a los andaluces a base de impulsos, de empellones. Sin ocasiones claras, solo acercamientos, pero atenazando a los de Emery hasta el extremo.
En el 67', Krychowiak se encontró un balón en el área tras un córner, y su tiro lo repelió 'in extremis' un defensa. Ahí vio el Sevilla que seguía vivo, que las cuchilladas solo habían sido superficiales. Y se lanzó a la carga. Banega tuvo mucha culpa en ello: se echó el equipo a la espalda y puso algo de calma cuando las circunstancias pedían ráfagas de fusil. En el 73' Vitolo pecó de pícaro al intentar (sin éxito) provocar un penalti y solo cuatro minutos después, Bacca se puso la corona.
Tras una serie de despejes, el balón bajo con nieve a Vitolo, que intuyó el movimiento del colombiano. Ese instinto para ver antes que nadie la posibilidad le colocó en ventaja y le dejó solo ante Boyko. La facilidad para definir con el empeine de la zurda fue asombrosa, propia de alguien que se dedica a ajusticiar a equipos ucranianos día sí y día también. Fue gol, juego, set y partido.
El resto fue una lucha contra el tiempo del Dnipro, condenada al fracaso. Incluso el Sevilla pudo hacer el 2-4 y Bacca su hat-trick, pero Boyko hizo una parada de balonmano descomunal a su cabezazo. El desmayo de Matheus, que afortunadamente se recuperó segundos después de caer, heló y calló al estadio, y bajó las pulsaciones de unos y otros. Nada evitó que el Sevilla se hiciese eterno en la historia de la Europa League. Y en septiembre espera el regreso a la Champions, después de seis temporadas. El Pizjuán deberá buscar un buen sastre: tiene una cita.