Fútbol

Así se gestó la conjura 'milagrosa' del Barça

Los jugadores del Barça celebran el triunfo en Madrid. Imagen: EFE

El FC Barcelona ya es campeón de Liga. Y lo que le queda a los blaugrana. Porque tras conquistar el título de la regularidad, faltan dos copas más con las que finiquitar una temporada de borrachera. La del Rey y la de Europa son los últimos tragos victoriosos con los que el equipo de Luis Enrique quiere dejar claro que son los nuevos reyes del fútbol en una España que sólo respira en blaugrana desde que estrenó siglo. Quién se lo iba a decir a este grupo de futbolistas encaminados al desastre a principios de año, cuando perdieron frente a la Real Sociedad en aquel ya histórico partido en Anoeta. Los acontecimientos inmediatamente anteriores estuvieron a punto de despeñar al Barça rumbo a la tragedia, pero acabaron forjando las bases del éxito presente. Así se cocinó la conjura de sus estrellas con la que podría cerrarse una de las temporadas más exitosas en la historia del club.

La mayor parte de los detalles de esta rebelión positiva ya se conocían. Los nuevos los ha aportado el diario Sport y señalan a un par de mensajes de texto como nuevos ingredientes con los que completar esta receta a la que, a buen seguro, le faltarán todavía algunos episodios con los que se conocerá la génesis completa de este vuelco casi sin precedentes.

La debacle de Donosti

Todo nació de un desencuentro. El 4 de enero de 2015 el Barça viajaba a Donosti. El choque de Anoeta era el primero que se disputaba tras las vacaciones de Navidad. Luis Enrique decidió seguir apostando por las rotaciones y sentó en el banquillo a dos de sus estrellas. Neymar y Messi se fueron al banco para que Munir y Pedro completaran el tridente atacante junto con Luis Suárez.

Aquello sentó mal, muy mal a 'La Pulga'. En el hotel de concentración culé tuvo una bronca épica con 'Lucho'. Le reprochó la suplencia y las rotaciones. Luis Enrique, colérico, insistió en su gesto de dejarle en el banco. Luego ya en Anoeta, al descanso, Messi volvió a reprocharle la suplencia mientras su equipo iba ya perdiendo. Segunda bronca que no impidió que ambos atacantes, Leo y 'Nei' acabaran saltando al terreno de juego. No evitaron la debacle. La derrota se confirmó y el Real Madrid sacaba ya cuatro puntos de ventaja al Barça y Cristiano Ronaldo (por aquello de los piques personales), once goles a Messi.

El '10' retornó a la ciudad condal más que enfadado con su técnico y decidió someterle a un pulso inédito en la historia reciente del club. El jugador faltó al entreno del día siguiente, 5 de enero, alegando una gastroenteritis que nadie se creyó. Fue la excusa del club con la que proteger al futbolista que iba a acaparar todas las miradas de esa mañana pre-festiva de puertas abiertas en el Mini Estadi. Ausencia que, además, terminó de hacer estallar a Luis Enrique.

Los 'WhatsApp' del milagro

El preparador amenazó con abrir expediente a Messi e incluso apartarlo del equipo. Messi no se retractaba de su actitud. Se había llegado a un punto de no retorno. Eso parecía. Entonces los capitanes culés intervinieron.

Primero, localizando a Messi. Con Xavi a la cabeza, lograron hablar con él aquella tarde y pedirle que rebajara el tono. Que se relajara. Que dejara atrás sus trencillas con 'Lucho' para ayudar al grupo. Messi recapacitó y aceptó el consejo.

Al día siguiente, jornada de fiesta para la plantilla, al delantero acudió a la Ciudadad Deportiva Joan Gamper a entrenarse en solitario. Fue un guiño de 'arrepentimiento' que sirvió para relajar las relaciones entrenador-estrella.

Fue entonces cuando los pesos iniciaron un intercambio de mensajes vía mensajería instantánea que terminaron de enrabietar al grupo rumbo a la remontada. El primero advertía que, de seguir así, el club no ganaría nada. El segundo, afirmaba que no se podía consentir otro año en blanco. Aquellos dos chispas iniciales prendieron el orgullo y amor propio de todo el grupo hasta consolidar una unión que ha llevado a los culés hasta el punto actual.

A esta conjura, claro está, hay que añadir más ingredientes, como la vuelta atrás de Luis Enrique (no volvió a sentar a Messi en el banquillo) o la del argentino, implicado desde entonces más que nunca en volver a ser el mejor del mundo.

El resultado, a la vista está: el Barça está a dos pasos del triplete y, además, ha vuelto a ver como el ambiente del vestuario se ha recueperado. Luis Enrique y Messi ya se hablan e incluso se atreven a bromear en público, como ayer se vio en el Calderón. Un buen rollo impensable hace apenas cinco meses y básico en el resurgir de un equipo que ya roza la leyenda.

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