En el minuto 63 del Juventus-Real Madrid, Carlo Ancelotti hizo un cambio que fue crucial en el devenir de la media hora que quedaba de partido. Isco se iba al banquillo y Chicharito entraba en el césped del Juventus Stadium. La reacción del equipo blanco no llegó con la figura inesperada de los cuartos, de hecho, ahí se acabó cualquier atisbo de remontada.
A partir de ese momento, el Real Madrid perdió muchos enteros en lo referente a fútbol. James se quedó solo en el centro del campo, y el equipo se quedó sin uno de los dos jugadores capaces de romper líneas a través de los pases, de encontrar la llave del cerrojo que Allegri montó reestructurando sus sistema a un 5-3-2 disfrazado de 3-5-2.
Porque el único recurso que el Real Madrid tuvo a partir de ese cambio fue el del juego directo, una suerte del fútbol en que los juventinos se fajaron sin problema alguno. Valga de ejemplo la altura de sus tres centrales: Bonucci (1,90), Chiellini (1,87) y Barzagli (1,86).
De esta forma, el equipo de Ancelotti volvió a caer en lo que ya es un viejo vicio a lo largo de esta temporada: el de caer en la precipitación con el resultado adverso. También el italiano cayó en un error, ya que sus cambios también precipitaron el cambio en el juego del equipo.
Pasó en varios partidos, aunque los que jugó en Copa del Rey ante el Atlético y el que se disputó en Liga contra el Villarreal en el Bernabéu fueron exponentes de este problema ya recurrente. Y el resultado en todos ellos fue que no se levantó el resultado: cero eficacia.
Así, el Real Madrid volvió a colapsarse en su juego, una señal poco halagüeña de cara a la vuelta de Champions en la que la Juventus, previsiblemente, se encerrará atrás. El equipo blanco deberá frenar sus impulsos de ataque directo y pensar en otras fórmulas más combinativa (que las tiene) si quiere afrontar con garantías el compromiso que dictaminará si está o no en la final para la Undécima.
Entidades
Se harta de Isco