
Una vez más esta temporada, el Barcelona dio un golpe sobre la mesa. Ante el Bayern, no fue un golpe cualquiera, sino una exhibición de autoridad, con un 3-0 a uno de los equipos más poderosos de Europa y con un Leo Messi sublime. Pero en el equipo culé no solo funciona el argentino. Con Luis Enrique, el Barça es una escuadra diferente a la de los últimos años.
El asturiano, tomando las palabras de James Rodríguez tras el partido contra la Juventus, ha convertido al Barcelona en una máquina de matar: un equipo que sobrevive casi bajo cualquier circunstancia y ante cualquier rival. Una plantilla que, después de un par de años con tendencia a la baja, compite al máximo nivel y, cada vez más, se aleja del pragmatismo para alcanzar sus mejores cuotas de juego.
Ayer, los blaugrana no necesitaron ganar el duelo de la posesión para jugar bien, de forma rápida en ataque. No se trata del mismo juego de años atrás, pero sí de un fútbol muy vistoso por las rápidas transiciones y las combinaciones entre su trío de ataque. A esto se le suman las buenas aportaciones de Rakitic e Iniesta (más cerca de su mejor versión) y el temple y saber hacer de Xavi cuando entra al campo.
Las rotaciones, que antes fueron cuestionadas, han dado resultado: el equipo está bien físicamente, lo que le permite ejecutar una presión infernal, pegajosa, y elemento que se había perdido con los mejores tramos de Guardiola en el banquillo y que el 'Tata' quiso y no pudo recuperar.
Pero no solo en ataque se percibe la mejoría. Defensivamente, la escuadra culé ha mejorado de forma muy reseñable: solo ha encajado 31 tantos en 54 partidos, es el equipo menos goleado en Liga (Bravo es el Zamora de la competición) y las señales siguen siendo positivas a ese respecto. Piqué volvió a ser el de antes, Alves ha llegado a tiempo para el tramo final, Mascherano se ha consolidado y Mathieu cumple cuando se le exige.
Además, esta mejora viene de la mano con una progresión en el balón parado, una suerte del fútbol que ha dejado de ser perjudicial. Más bien todo lo contrario: con Unzúe como maestro de ceremonias, el Barcelona se ha hecho fuerte en esa faceta. Piqué es el máximo exponente, con siete goles en su temporada más goleadora.
En base a todos estos factores, Luis Enrique (que ayer se llevó la ovación más ruidosa de todas las que haya podido recibir en este año) ha conseguido el récord de victorias. Con 46 victorias, tres empates y cinco derrotas, una final ya concretada y otra a punto de llegar, y el liderato en la Liga, el asturiano tiene todo en su mano para convertir una temporada que parecía abocada a ser de transición en un curso que huele (y mucho) a triplete.