
Cuando el Barcelona empató en casa ante el Atlético, perdiendo la Liga en favor de los rojiblancos, se acabó un ciclo de transición (el del 'Tata' Martino) y comenzó otro, el de Luis Enrique. De la mano del asturiano, el club blaugrana quiso remontar el vuelo y olvidar un año muy negativo en cuanto a títulos. También se pretendía con el exjugador un golpe de timón que ahora, con la distancia, se aprecia mejor.
Cuenta El País que a su llegada a Can Barça, Luis Enrique se reunió con el todavía director deportivo Andoni Zubizarreta para planificar el curso 2013/2014 en base a tres premisas: ganar en contundencia en las dos áreas, renovar el centro del campo y dar un nuevo giro de tuerca al juego del equipo. Estos tres aspectos fueron evidentes en el Clásico, partido que ha evidenciado con más exactitud que ninguno el cambio experimentado por el equipo.
Después de que las posibles marchas de Xavi y Dani Alves no cristalizasen, los fichajes que se trajeron al equipo trajeron optimismo y reticencias a partes iguales. Luis Suárez y Rakitic ilusionaban, pero se mantenían muchas dudas con Vermaelen, Mathieu y especialmente Douglas. Rafinha y Ter Stegen, por su edad, quedaban al margen de valoraciones: necesitarían tiempo.Bravo era una incógnita, pues no se sabría si rendiría a nivel de élite.
Lo cierto es que salvo Douglas y un inédito Vermaelen, el resto cumple. Luis Suárez ya ha dado el salto definitivo, Rakitic se afianza, Bravo es el portero con menos goles encajados en Liga y Mathieu cumple con su papel, tal y como aseguró Luis Enrique en la rueda de prensa posterior al Barcelona-Real Madrid.
Con ellos y con una base del año anterior, se ha comenzado a jugar de forma más directa, menos elaborada. Se partió de la base de que era imposible volver al nivel del Barça de Guardiola. Había que buscar alternativas. No fue un proceso fácil, pero poco a poco ha ido evolucionando, y la idea está dando resultados hasta la fecha.
Hubo titubeos en el rendimiento, y en los primeros meses se vio a un Barcelona demasiado irregular, que combinaba tramos de perfecta combinación de balón con otros de auténtica esterilidad, ofreciendo una doble cara en defensa y sin un plan claro de juego. La derrota en Anoeta fue el punto de inflexión, y a partir de ese momento el equipo se ha disparado. El renacer de Messi y Piqué (uno en cada área, muy relacionado con la contundencia que se pretendía) ha tenido mucho que ver.
Han pasado 10 meses desde que Luis Enrique llegase al banquillo del Barcelona. Prometió un cambio, y al margen de afinidades con una u otra forma de jugar al fútbol, se ha producido. No fue fruto del azar o de la evolución, sino de una estrategia que, tras muchas dificultades, va tomando cuerpo.