
Los mercados bursátiles no están para florituras. Aunque la fuerte sensibilidad reinante no impide que haya recuperaciones milagrosas, el panorama continúa plagado de riesgos. No sólo son variados, sino también graves, y van desde la prolongación de la crisis hipotecaria hasta al riesgo de que la situación desemboque en la temida estanflación -combinación de estancamiento económico e inflación-.
Por mucho que los analistas sugieran que las verdaderas oportunidades emergen en momentos como el actual, la incertidumbre sobre cuánto durarán los problemas y el castigo adicional que aún pueden provocar en las cotizaciones invita a actuar con cautela. O incluso a tomarse unas vacaciones bursátiles y buscar otros activos potencialmente menos rentables, pero mucho más seguros.
En España, ese rastreo conduce de manera inmediata al Tesoro Público, el brazo del Ministerio de Economía que se encarga de la emisión de la deuda respaldada por el Estado. En concreto, lanza tres tipos de títulos, cuya diferencia reside en el plazo de vigencia: las letras son productos a corto plazo, entre los 3 y los 18 meses, mientras que los bonos y las obligaciones tienen una vida mayor, de hasta 30 años.
Un mínimo de 1.000 euros
A la hora de invertir, hay que tener en cuenta que el Tesoro lleva a cabo subastas periódicas a las que se puede acudir para solicitar títulos. El mínimo requerido para acudir a ellas es de 1.000 euros y a partir de esta cifra las peticiones deberán ser múltiplo de dicha cantidad.
Una vez elegido el tipo de título, conocida la fecha de la subasta y precisada la cantidad que se quiere invertir, existen tres vías para hacer efectiva la orden. El Tesoro Público posibilita a través de su página web la venta y compra de títulos del Estado a través de un certificado digital que se puede obtener en la dirección Cert.fnmt.es. Otro camino consiste en dar la orden de compra a la entidad financiera de la que se es cliente. Por último, el inversor podrá acercarse al Banco de España con el dinero en mano o cheque para efectuar la compra.
En cuanto al rendimiento que ofrecen estos títulos, no se obtiene al final, sino de antemano. O como se dice técnicamente, son emitidos al descuento, lo que significa que en el momento de la adquisición el inversor pagará 1.000 euros por título menos los intereses. Por ejemplo, en la última subasta de letras a 12 meses, con un rendimiento del 4,44%, los inversores tuvieron que desembolsar 956 euros por título y al cabo de un año recibirán 1.000 euros.
Pendientes del BCE y los precios
Entre las letras, los bonos y las obligaciones, ¿cuál es la opción más interesante? Las primeras, sin duda. Y por tres motivos. El primero, su corta vida. En un contexto tan incierto como el actual, invertir en títulos superiores a un año es casi una lotería, dada la dificultad que entraña pronosticar el nivel en el que se encontrarán los intereses a varios años vista o cuándo se recuperarán las bolsas.
El segundo consiste en que los rendimientos que vienen ofreciendo en 2008 los bonos y las obligaciones no son comparativamente tan altos como para compensar el mayor riesgo que conllevan y el coste de oportunidad que supone invertir en ellos y no en letras. Y el tercero, que la rentabilidad obtenida no está sujeta a retención, algo que sí ocurre con sus hermanos mayores.
Para lo que resta de ejercicio, la clave residirá en el Banco Central Europeo (BCE). Tras haber elevado los tipos el 3 de julio del 4 al 4,25%, los analistas no descartan otro giro de tuerca, hasta el 4,5%. Si estos pronósticos se confirman, los rendimientos podrían mantenerse entre el 4,4 y el 5% en las próximas emisiones.
Al mismo tiempo, los inversores deberán mirar de reojo a los precios. Si la inflación permanece en el 5% actual... esos rendimientos servirán para aportar consistencia a las carteras, pero no para batir el encarecimiento de la vida.
Fuente: Tesoro / elEconomista