
La economía española, desde 1959 hasta ahora mismo, ha alcanzado con fuerza avances extraordinarios. Los datos del PIB por habitante comparados con las grandes potencias europeas, o los índices de apertura al exterior, son realmente impresionantes. Pero eso necesita continuar progresando y existen medidas necesarias para que el proceso no se detenga. En estos momentos, es insoslayable acudir a tres retos.
El primero de estos retos quedó maximizado en el Gobierno del presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Se trata del endeudamiento del sector público, que alcanza niveles crecientes y muy preocupantes. En este sentido, el problema de la deuda externa española se ha convertido en algo radicalmente diferente de los otros problemas que tenemos. Ello obliga a percibir por dónde se pueden encontrar alivios inmediatos a esta cuestión.
Por ejemplo, es interesante una aportación de la profesora Eva Ballestero en su trabajo Fundamentos de la dirección de proyectos en colaboración público-privada (PFI). En este sentido, además, es necesario tener en cuenta la reestructuración obligada del Tribunal de Cuentas, cuyo control no sólo debe dirigirse a lo que afecta a la política presupuestaria, sino también a las consecuencias macroeconómicas que de ella se derivan.
Además arriesgamos mucho en esta nueva situación que tenemos, que es la derivada de nuestra integración en el ámbito del euro y, por eso, es preciso tener en cuenta otro problema inmediato como el anterior. Se trata del desempleo. Una maniobra seductora fue la que, tras una mezcla de derivaciones bastante confusas (pero que fueron populares) de lo que señala la Teoría general de Keynes, condujo a creer que el desempleo se solucionaba con sencillez a través de gasto público y que la política salarial no debía ceder en absoluto ante esta nueva realidad. Fue la bandera que levantó Mitterrand, que le acarreó un triunfo extraordinario en Francia.
España debe hacer frente a la deuda del sector público, al desempleo y al desafío separatista
Su presidente del Gobierno sí dio cuenta del cataclismo que venía sobre el país y comparó la situación con la propia de la invasión de Rusia por parte de Napoléon, aparentemente triunfal, pero que concluyó con una derrota terrible. Fue éste el modelo que se traspasó a España tras el Gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, como consecuencia de la presión de UGT, derivada del Acuerdo Nacional de Empleo (ANE), que se anunció por quien se iba a convertir en nuevo presidente al indicar que el ANE era "un acuerdo forzoso que no se repetirá".
Esa política, iniciada en el Gobierno socialista de Felipe González, fue recordada por las consecuencias que originó en Francia. La realidad se impuso de inmediato. En el momento inicial, la tasa de paro pasó del 16,6 por ciento al 23,9 por ciento en el año 1994, y el crecimiento se mantuvo a lo largo de este Gobierno socialista, al que sustituyó con una política radicalmente diferente el Ejecutivo de José María Aznar.
La situación fue señalada por todos los economistas como un olvido de lo que estuvo de-trás de los Pactos de La Moncloa. Era el fruto de la ruptura de un pacto de la UGT y CEOE para que entrase en él CCOO. Merece la pena recordar que esta nueva dirección de la política económica a través del gasto público fue denunciada por Fuentes Quintana en unas declaraciones a Blanco y Negro por aquellas fechas, indicando que los sindicatos habían pasado a ser en España parte esencial de los partidos políticos, lo que les conducía al abandono de la flexibilidad necesaria para mantener en condiciones adecuadas el mercado laboral, y la catástrofe aparecería con todas sus consecuencias. Además de esto, un gran economista mundial, miembro destacado de la Escuela de Chicago, Milton Friedman, en un artículo publicado en 1968, The Role of Monetary Policy, reimpreso en 1969 y que Fuentes Quintana publicó en español en Información Comercial Española, indicaba que "efectivamente había aparecido entre los economistas del siglo XX, con la figura de Friedman, el único que fue capaz de actuar con fuerza frente a Keynes."
Todo esto vemos que está vinculado a otro hecho también denunciado por Fuentes Quintana: los partidos políticos pasan a ser súbditos de las organizaciones sindicales para buscar apoyos electorales. Esa realidad es la que conduce a errores notables en la política económica y los sindicatos pasan a tener un papel importante para mantener la adhesión de sus afiliados ignorando las consecuencias posteriores.
Lo referido ha vuelto a aparecer. Nos encontramos que esa cuestión que garantiza el bloqueo a la liquidación del desempleo es el segundo problema inmediato que debe plantearse en estos momentos. Pero hay un tercer reto que exige solución inmediata. Es el producido como consecuencia del intento separatista catalán, ante el que no cabe esperanza de un arreglo parcial.
Problemas sin soluciones cómodas
Es un problema que, en lo económico, está vinculado a un lema: "España nos roba", que ya en 1934-1935 era popular y que Perpiñá Grau, basándose en el hecho de que se fundamentaba en el problema de los saldos bancarios hacia las cuentas catalanas, destrozó para siempre en su ensayo De economía hispana. Más recientemente resurgió esa tesis basándose en los trabajos de Ramón Trías Fargas, que pasaban a analizar lo que sucedía con las balanzas fiscales en el conjunto de España y concretamente en Cataluña. El impacto de esto ha sido muy fuerte, a pesar de que un conjunto de profesores de Hacienda y Estadística españoles demostraron errores en las estimaciones. Pero ahí se encuentra un punto, que habría que calificar de demagógico, que basa en lo económico la separación de Cataluña.
Todos los análisis que se han hecho fundándose en lo que conocemos del funcionamiento de los mercados señalan de manera radical que la separación supondría, por supuesto, el hundimiento total de la actividad industrial y comercial catalana. Acaba de publicar un muy interesante trabajo Jaime Lamo de Espinosa, demostrando que eso también ocurriría en el sector rural catalán. Como consecuencia, la catástrofe pasaría a ser notable, pero simultáneamente se trasladaría al resto de España, porque el conjunto del mercado queda reducido. Desde Adam Smith esto pasa a ser el punto básico en cualquier análisis de una economía. Ahí tenemos, en la liquidación del intento separatista el tercer reto insoslayable de estos momentos.
Todos estos problemas no tienen soluciones cómodas, pero necesitan abordarse y no dejarlos a un lado intentando lograr un aplauso momentáneo.
Hay otros problemas, pero estos tres son los urgentes e inmediatos que no pueden dejarse a un lado a no ser que se acepte que el desarrollo económico no tiene visos de realidad.