
Este año que acaba de comenzar, los españoles tenemos, como en el film de David Chirchillo, una Cita con el miedo (2017). El presidente del Gobierno va a utilizar el temor del resto de los dirigentes políticos para sacar adelante sus presupuestos. Para ello, argumentará la grave situación creada en Cataluña, la amenaza del fascismo de la mano de Vox, la posibilidad de que se produzca una crisis económica internacional y cualquier otra cosa que se le ocurra. El objetivo es resistir hasta que las encuestas le den unos resultados que le permitan mantenerse en el poder. Utilizar la política del miedo ha sido moneda de cambio de todos los gobiernos: "Yo o el caos". Para Sánchez es vital aprobar los Presupuestos Generales del Estado para terminar la legislatura. Como los apoyos que logró para derribar al Gobierno de Mariano Rajoy a través de la moción de censura le han fallado, el presidente ha lanzado su particular órdago a los independentistas: "Decidid qué os conviene: ¿una España progresista u otra franquista?".
Sánchez sabe que, a los independentistas, la mera posibilidad de tener que enfrentarse a un Gobierno formado por las tres derechas (PP, Cs y Vox) les pone los pelos de punta. En este escenario, el conflicto catalán pasaría de una lógica negociadora a otra frentista. Si los independentistas tiran demasiado de la goma podrían romperla y acabaría golpeándoles en la cara. Un 155 duro les haría perder todo lo que han logrado hasta ahora. Sin embargo, no todos los independentistas están dispuestos a plegar velas ante el órdago socialista. Todavía hay algunos que siguen pensando que cuanto peor mejor, como los dirigentes de la CUP y sus adláteres de la ANC y Òmnium Cultural. El pulso entre pactistas y frentistas se tiene que despejar en las próximas semanas. De cómo caiga la moneda dependerá lo que pase en 2019 y en la próxima legislatura, que es la importante. Todo hace pensar que al final se impondrá el seny a la rauxa. Siempre hemos pensado que el sentido común ha caracterizado al pueblo catalán frente al arrebato, a pesar de que es tierra aficionada a grandes montajes teatrales. Por tanto, a Quim Torra y a Carles Puigdemont no les va a quedar más remedio que dar marcha atrás y buscar una fórmula para apoyar los Presupuestos. Y si no lo hacen, que después no se quejen.