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Una transformación para la política macroeconómica china

  • El mayor desafío para el país es diseñar una nueva estrategia fiscal
Foto: Dreamstime

El desempeño económico de China en 2018 fue bastante decepcionante. Según las estadísticas oficiales, la tasa de crecimiento del país hasta el final del tercer trimestre fue de 6,7%, la más baja desde la crisis financiera global. La situación real probablemente fue inclusive peor.

Una falta de progreso en cuanto a la reforma institucional, junto con obstáculos para un ajuste estructural, han venido alimentando las dudas entre muchos observadores extranjeros y nacionales sobre las perspectivas de crecimiento de China. Algunos incluso prevén una crisis financiera causada por el estallido de una burbuja inmobiliaria o incumplimientos de pago de deuda en gran escala por parte de gobiernos locales y corporaciones. La guerra comercial con Estados Unidos no hace más que profundizar esos temores.

Si bien una desaceleración era inevitable en China después de cuatro décadas de crecimiento veloz, el Gobierno chino debería intentar frenar una mayor desaceleración este año. De lo contrario, la estabilidad económica, financiera y social de China estará en peligro. Esto se puede lograr si el Gobierno ajusta su postura en materia de política macroeconómica.

Empecemos por la política monetaria. El Banco Popular de China (PBOC por sus siglas en inglés) actualmente es responsable -como mínimo- de mantener la estabilidad del crecimiento económico, del empleo, de los precios y del tipo de cambio. Son demasiados objetivos para perseguir simultáneamente, como quedó reflejado en cambios repentinos y frecuentes de la política monetaria.

Desde finales de 2011, el PBOC ha cambiado su política cuatro veces, en respuesta a fluctuaciones en los precios de la vivienda. Pero sus maniobras muchas veces han minado sus otros objetivos. Por ejemplo, si bien ajustar la política monetaria puede frenar los precios descontrolados de la vivienda, exacerba la desaceleración del crecimiento.

En verdad, el ajuste monetario podría no ser necesario. Aunque muchos sostienen que las inyecciones de liquidez del PBOC en el pasado -especialmente sus grandes estímulos en respuesta a la crisis económica global de 2008- causaron la burbuja inmobiliaria, los precios de la vivienda comenzaron a dispararse mucho antes. Por cierto, no está para nada claro que aumentar la oferta monetaria haga subir los precios; puede inclusive funcionar al revés: como los crecientes precios de la vivienda han absorbido demasiada liquidez, el PBOC tiene que aumentar la oferta monetaria para sustentar la economía real.

Considerando que el crecimiento de China decae ininterrumpidamente y que el índice de precios al consumidor está en alrededor del 2%, el Banco Popular de China haría bien en adoptar una política monetaria más expansionista. Se pueden utilizar palancas fiscales para contener los precios de la vivienda, lo que, dada la frustración popular con el mercado inmobiliario, sigue siendo un objetivo importante.

Por supuesto, una política monetaria expansionista ejercería una presión bajista sobre el renminbi, agravando los efectos de la normalización en curso de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos. Pero hay que permitir que eso suceda, ahora que el PBOC ya no carga con la responsabilidad de mantener una estabilidad del tipo de cambio.

Durante mucho tiempo, la obsesión de China con la estabilidad de la moneda ha dejado al Banco Popular de China sin una verdadera autonomía monetaria. Es hora de avanzar. Las empresas chinas deberían haber aprendido a estas alturas a protegerse de las fluctuaciones del tipo de cambio. Y China mantiene controles de capital que la protegen de manera efectiva de una devaluación excesivamente pronunciada, por no hablar de una carrera del renminbi.

En todo caso, el desafío más importante para los líderes de China es diseñar una nueva estrategia en materia de política fiscal. Aun la Administración del presidente norteamericano, Donald Trump, con su entendimiento limitado en materia de economía, reconoce el papel vital del gobierno a la hora de fortalecer áreas en las que el sector privado tiene un incentivo insuficiente para invertir pero que son importantes para la seguridad nacional y la estabilidad económica.

A finales de 2017, la ratio oficial de deuda pública-PIB de China estaba en el 36,2%. Es probable que la cifra real sea significativamente mayor, si se tienen en cuenta los pasivos contingentes, especialmente las deudas de los vehículos financiados por gobiernos locales. Pero aun así, la posición fiscal de China es bastante fuerte comparada con la mayoría de los países, en especial si tenemos en cuenta que no todas las deudas de los gobiernos locales son deudas incobrables. Esto significa que China todavía tiene espacio para aplicar una política fiscal expansionista, con un foco en revertir la desaceleración de la inversión que alimentó la caída del crecimiento del PIB en 2018. En los tres primeros trimestres de 2018, la inversión fija creció apenas un 5,4%, en gran medida porque el crecimiento de la inversión en infraestructura, que representó alrededor del 27% de la inversión fija, se derrumbó del 19,8% en 2017 a apenas el 3,3% en 2018.

Una preocupación importante aquí se relaciona con la eficiencia de las inversiones en infraestructura. Pero el temor de que las inversiones ineficientes estén alimentando la acumulación de deuda se puede abordar de manera efectiva con proyectos mejor diseñados y limitaciones apropiadas al papel de los gobiernos locales.

En particular, en lugar de permitir que los gobiernos locales pidan dinero prestado a bancos comerciales para financiar inversiones en infraestructura, el Gobierno central debería asumir los costos. La combinación de mayores gastos y menores ingresos, que resulta de los recortes impositivos y las reducciones de honorarios, puede hacer que la ratio déficit presupuestario-PIB de China supere el 3%. Pero, al igual que el umbral de 7 yuanes chinos para el tipo de cambio del dólar estadounidense, ese umbral no debería considerarse sagrado. En la medida que las tasas de interés para los bonos gubernamentales se puedan mantener bajas, el Gobierno no debería tener miedo de emitir más bonos.

Una política macroeconómica expansionista por sí sola no resolverá todos los problemas de China en el largo plazo. Y sin duda conlleva riesgos significativos.

Pero, dada la enorme importancia de estabilizar el crecimiento, las autoridades chinas tienen que utilizar todas las herramientas a su disposición.

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