
La palabra 'género' sustituyendo a 'sexo' ya ha entrado en el DRAE, que la recoge en su tercera acepción: "Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural, en lugar de exclusivamente biológico".
Pero el término tiene siete acepciones más, que necesariamente conviven en la lengua cotidiana: desde las más amplias ("conjunto de seres que tienen uno o varios caracteres comunes") hasta las más específicas ("en el comercio, mercancía"; "tela o tejido"). De ahí la necesidad de precisar el sentido en que se usa, sobre todo si se trata de analizar fenómenos tan complejos como la violencia humana.
Es evidente que en la inmensa mayoría de las agresiones violentas en parejas heterosexuales la mujer es la víctima y el hombre el agresor. Pero si queremos aclarar las razones por las que sigue habiendo esa violencia contra las mujeres hay que empezar por hacer un riguroso análisis comparativo de la variedad de violencia existente: violencia doméstica, violencia sexual, violencia ideológica, violencia patológica, entre otras. Hay también violencia política, religiosa, sádica…, pues bien, cada uno de esos conceptos se refiere a un fenómeno distinto. Lo malo es que, a menudo, cuando se usa el término de violencia de género se apunta a formas de violencia impersonal contra el género femenino. A veces se quejan los homosexuales de que cuando uno de ellos es asesinado por su pareja no se pueden aplicar al asesino las medidas legales contra la violencia de género.
La falta de análisis impide que se tomen medidas adecuadas para combatirla
Por cierto, hay más violencia en parejas homosexuales masculinas que en parejas heterosexuales (¿será el homopatriarcado?). Si usásemos bien las palabras deberíamos llamar violencia de género a aquella en que el agresor no sabe nada de su víctima, salvo el grupo al que pertenece. Pretender que la violencia de algunos hombres (en España pocos, y menos que en Suecia) contra las mujeres se produce por ser ellas mujeres es coger el rábano por las hojas en lo que constituye un error ideológicamente interesado, que impide tomar medidas disuasorias adecuadas.
El asesino que mata a la mujer con la cual ha convivido muchos años no lo hace por el género al que ella pertenece, sino que corresponde a una actitud personal, que nace de un carácter irascible y violento que poco tiene que ver con el heteropatriarcado (ese concepto que sirve al feminismo radical lo mismo para un roto que para un descosido. Es éste un concepto que pretendiendo explicarlo todo no explica nada).
Claro que a la ideología de género -como a todas las ideologías- no le interesa el análisis, sino el discurso. En este caso, un discurso descalificador del género masculino, dominado, según esta ideología, por ese heteropatriarcado que todo lo marca y emponzoña. El resultado de esta falta de análisis no puede ser otro que medidas inapropiadas e ineficaces a la hora de combatir la violencia y los asesinatos.