
Son días convulsos para la formación naranja. El giro estratégico que Ciudadanos ha anunciado en relación a la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado requiere de una explicación convincente y apoyada en argumentos sólidos, cosas que hasta ahora en las horas transcurridas desde su anuncio no ha ocurrido. La oposición por parte del partido de Rivera y del PP a que se modifique el reglamento de tramitación de la Ley de Estabilidad es algo plenamente legal, tan legítimo como la moción de censura que aupó al PSOE al gobierno, y mantenerla era una forma de contrapesar la mayoría Shelley del Congreso en la Cámara Alta. Las leyes hay que cumplirlas y en el juego de los equilibrios parlamentarios el ejecutivo tiene un problema con este asunto, derivado de su propia precariedad.
A Ciudadanos le han llovido las críticas tras anunciar su cambio de posición. Por ambos lados de su espectro, por populares y por socialistas. Ninguno se fía de sus intenciones reales, pese a que ambos les sitúan en el lado contrario de la trinchera ideológica española. El PP cree que Ciudadanos es un partido de centro izquierda al que le conviene ocupar también espacios de centro derecha, y al PSOE le basta con empujar a Rivera y los suyos hacia la pendiente de "las derechas", ahora todavía más de su gusto con la aparición de una fuerza más radical que puede ensuciar en precioso traje de los líderes popular y ciudadano. Adriana Lastra, la número dos socialista, cree que todo esto forma parte de la guerra fratricida de las derechas. Y Rivera ha debido pensar que tiene que salir de ese espacio repudiable como sea, dando la espalda a cualquier horizonte de entendimiento con Casado que sería tan necesario para combatir a la mayoría frankensteniana que ha creado el presidente a su alrededor.
Ciudadanos no tiene quien le escriba. Les echan de los dos espacios de moderación, aunque en las críticas que está recibiendo hay una parte justificada. Según palabras del propio líder naranja, los Presupuestos que Sánchez y su socio preferente Iglesias han pactado son un fake, un fraude, una mentira. Lo dijo solemnemente en sede parlamentaria, por lo que le va a costar el doble de esfuerzo ahora explicar por qué va a permitir que sean tramitados si había un mecanismo democrático que lo frenaba. Pero lo más reseñable de todo es que esas sean la verdaderas preocupaciones de esta formación política: dónde le colocan los demás, donde le perciben los españoles en un momento u otro, y no donde esté realmente con sus ideas y sus convicciones.
Los que se frotan las manos cada vez con mayor regocijo ante estos movimientos son los independentistas. Y por supuesto el otro gran beneficiado es el presidente del gobierno, que ha recibido la jugosa noticia proponiendo un acuerdo a PP y Ciudadanos sobre los Presupuestos que ha elaborado con la izquierda extrema. ¿Cree alguien que es posible conjugar esas posiciones, o es un gesto más de cara a la galería de Sánchez?. Un presidente que cree, como dijo ante los empresarios españoles, que el bloqueo es parte del pasado y hay que abrir una etapa política sin crispación y con acuerdos. Es lo que va de estar en la oposición a ocupar el gobierno, tan absurdo como romper relaciones con el principal partido de las cámaras una semana, y ofrecerle a la semana siguiente un pacto sobre las cuentas del Estado.