
Una y otra vez, desde formaciones políticas de la izquierda y también desde colectivos autodenominados "progresistas", se apela a la construcción de un Estado Federal como proyecto taumatúrgico para curar "los males de la patria" que diría Lucas Mallada (1821-1841), precursor de la Generación del 98. Creo que la idea federal es tan importante y de tanta enjundia que me atrevo a aportar una serie de reflexiones meramente indiciadas que puedan motivar interés por la cuestión.
Las ideas y propuestas de carácter socialista penetraron en España a partir de la tercera década del siglo XIX y cuajaron en dos manifestaciones específicas: la estrictamente socialista (bajo las siglas de demócratas) afincada preferentemente en Madrid y la de carácter federal asentada básicamente en Cataluña. El catalán Pi i Margall, (1824-1901) sigue siendo el referente indispensable a la hora de entender el desarrollo de la idea federal en nuestro país. Un proyecto federal que pronto tuvo que enfrentarse a la dura prueba de su realización.
Tras la abdicación de Amadeo I como Rey de España, las sorprendidas Cortes (Congreso y Senado) constituidas en Asamblea Nacional proclamaron la República el 11 de Febrero de 1873. Una proclamación hija de la improvisación y las prisas por tener una entidad estatal que llenase el vacío de poder institucional. Este nacimiento improvisado, y sin apenas comprensión entre los trabajadores, se pagó con creces. Y a ello se añadieron la guerra de Cuba, el déficit público, el conflicto carlista, la miseria en las masas proletarias y en los jornaleros, las oligarquías económicas y agrarias y los eternos y estériles debates políticos sobre si República Federal o Unitaria. El proyecto fue cercenado apenas nacido. Duró diez meses en los que hubo cuatro presidentes del Ejecutivo y acabó, como se acostumbra en España, manu militari.
Pero lo que constituyó, al menos para mí, el mayor de los males fue el cantonalismo: versión moderna de los taifas, del aldeanismo y la falta de visión nacional. Fue tal el disparate que el cantón de Jaén y el de Granada entraron en guerra, lo mismo que Sevilla contra Utrera. Y así en más lugares. El cantonalismo fue el cáncer que nos alerta sobre experiencias de laboratorio sin apenas difusión y debate previos entre la ciudadanía.
Pese a ello, la I República legó un Proyecto de Constitución Federal que hoy en día sigue siendo válido en muchas cuestiones: política social, separación entre la Iglesia y el Estado, constitución del Poder Judicial, apuesta por la enseñanza, los ciudadanos como detentadores de la Soberanía nacional, etc.