No hay, por ahora, una salida política y dialogada para el conflicto catalán. Es lo que tiene el choque de trenes que hace tiempo se veía venir y que sus respectivos maquinistas se empecinaron en no evitar. Torra sigue la senda de la tensión independentista aún a sabiendas de que no cuenta ni con la mitad de la población. Pero ha aparecido algo a lo que la burguesía catalana ha temido a lo largo de su historia: la calle incontrolada. Por ahí se irá desinflando esta épica propia de La Gatomaquia de Lope de Vega.
Sánchez está preso de sus apoyos al 155 de Rajoy y los silencios conniventes con la judicialización del conflicto. Las declaraciones de Borrell e Iceta sobre los presos catalanes tienen el sabor de una reconsideración tardía. Y para añadir más leña, Casado y Rivera, cual ayatolás de la única raza hispánica, piden ilegalizar ideas y organizaciones. Ni aprenden, ni tampoco quieren.
Los discursos nacionalistas, el catalán y el español, han eclipsado otra realidad de mayores consecuencias sociales. En junio del 2011 los "indignados" catalanes cercaron el Parlament como protesta por los recortes en políticas sociales que se contenían en los Presupuestos que finalmente se aprobaron gracias a los votos coaligados de CiU y el PP. Una protesta que generó denuncias airadas por parte del Govern y decisiones de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo. Aquellos meses de protestas ciudadanas coincidían con los casos de corrupción que aparecían ante la opinión pública: los Pujol, el 3% en "mordidas", "caso Palau", el Liceu, etc. Súbitamente, una parte muy importante de aquella opinión pública, soliviantada por las políticas de recortes y la corrupción, se tornó en adhesión a la declaración unilateral de independencia defendida por una mayoría parlamentaria que sustentaba al president Artur Mas de CiU. ¿Ese giro obedecía solamente a la política del PP que, al unísono con el Constitucional, dejaron invalidada la aprobación del Estatut tanto en el referéndum catalán, como en las Cortes Generales? ¿No empezaba a estar claro que por aquel entonces España y Cataluña estaban hermanadas en corrupción y en gobiernos de derechas con políticas económicas contrarias a sus mayorías ciudadanas? El caso es que, para muchos catalanes, España, y no los gobiernos de la Generalitat, tenían "la culpa" de todos los males. Y como reflejo, Cataluña fue identificada por muchos españoles como el enemigo de "nuestra patria". También muchos españoles "compraron" a determinados políticos y medios de comunicación el discurso facilón y pre-fascista de que "el otro" era el origen de sus males. La visión de clase se cambió por la identitaria. Los corruptos de ambos lados siguieron medrando, los oligarcas continuaron imponiendo sus intereses y la mayoría social siguió embebida en el capote.
Cuando el conflicto se enfoque desde los intereses de la mayoría ciudadana, española y catalana, estaremos más cerca de una solución dialogada. Pero la irracionalidad ha ido demasiado lejos.