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¿Deslealtad = desastre nacional?

Reunión de Vox en el Palacio de Vistalegre. Foto: Efe.

La reunión de Vox el domingo pasado demuestra que la deslealtad constitucional lleva al desastre nacional. En España no es difícil llenar plazas de toros, lo difícil es convertirlo en votos, más aún trasformarlo en escaños y, todavía más, que sean útiles a los ciudadanos. Pero independientemente de ello ¿cuál es la razón de la aparición de un partido centralista y antiinmigración? Algunos dicen que su existencia se debe al error del PP o de Ciudadanos, que no han sido suficientemente valientes al defender determinados principios. No es verdad.

Si algo ha contribuido a la aparición de este partido ha sido el independentismo y la extrema izquierda podemita.

Independentistas y populistas han estirado tanto la cuerda de la deslealtad constitucional que han despertado al otro extremo; el de la defensa a ultranza de un centralismo jacobino y el enfrentamiento radical a las ideas de la extrema izquierda. Es la otra cara de la deslealtad constitucional. En la Transición se pactó la concordia entre las dos Españas: la centralista y la nacionalista periférica; también entre la derecha civilizada y la izquierda moderada. De ese pacto salió la Constitución que ha conformado la España democrática europea que ha supuesto un desarrollo económico y social que parecía inalcanzable en la España cainita anterior.

El pacto estaba basado en la lealtad entre esas partes de la nación española. Pero dos de ellas, el nacionalismo convertido en independentismo y parte de la izquierda democrática arrastrada por el radicalismo antisistema han roto el pacto, han sido desleales con la Constitución de 1979.

Los primeros, los independentistas, han tratado de romper la unidad nacional acordada en ese pacto con el desarrollo autonómico. Los segundos, Podemos y sus confluencias, con su mal entendido orgullo de poseedores de la verdad, con su desprecio a los que no piensan como ellos, también lo han roto. Ambas deslealtades han alimentado el surgimiento de sentimientos que ellos tachan de extrema derecha. Sentimientos que siempre estuvieron en España moderados por la vigencia de ese pacto y la lealtad que todos los partidos habían demostrado hasta el desafío independentista y populista.

Los líderes del procés y del populismo podemita son los que han traicionado la lealtad debida al pacto y han despertado a su antagonista. La verdad es que ellos y el centralismo recalcitrante o la añoranza de un pasado que no volverá son las dos partes de la misma realidad: la deslealtad constitucional.

Si unos y otros triunfasen el resultado sería la pérdida de la convivencia conseguida con mucho esfuerzo. Un desastre nacional fatal para todos, primero para los desleales de uno y otro lado. La historia lo demuestra.

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