Firmas

Miénteme más, que tu maldad me hace feliz

Sánchez y Torra, en la reunión en La Moncloa. Foto: Efe.

Hay palabras que en la jerga política española se repiten continuamente y, en general, esa machaconería se produce con la intención de conjurar "el problema catalán". El profesor Félix Ovejero nos daba no hace mucho una lista de esas palabras: "Federalismo, autogobierno, cambio, reforma constitucional, diálogo... todas ellas gustan mientras no se pidan detalles. Cada político entiende lo que quiere al usarlas, si es que entiende algo."

En realidad, no se trata de palabras usadas para entenderse, son conjuros con los cuales se pretende embrujar el llamado "problema catalán". Pero esos conjuros de nada sirven para solucionar un -así llamado- "conflicto político"; un conflicto que han creado unos pocos para desgracia del resto de los españoles. En lugar de tanta palabra huera -y la más inane de todas, diálogo- se debería fijar de una vez por todas la raíz del problema. Saber y entender que estamos ante una ideología antidemocrática que es preciso combatir si es que nos importa seguir siendo una comunidad de ciudadanos libres e iguales.

En los jardines de La Moncloa el conjuro más usado es diálogo, que es en el discurso Iceta-Sánchez como el bálsamo de Fierabrás al que alude Cervantes en El Quijote, pero ya se ve cómo entienden el diálogo Puigdemont y su valido: simplemente como una rendición del Estado vía "referéndum pactado", pero es que la Constitución prohíbe tal proceso de autodeterminación, entre otras cosas porque Cataluña jamás ha sido una colonia. Incluso en el hipotético caso de que se pudiera celebrar un referéndum de separación, es probable que los separatistas lo perdieran, pues una cosa es amenazar con la independencia y otra muy distinta ejercerla. Pero eso daría igual, pues a partir de ese hipotético plebiscito, tendríamos referendos cada 15 días.

Para el citado Félix Ovejero, las políticas que es preciso poner en marcha de inmediato consisten en recuperar las competencias en educación, volver al bilingüismo, acabar con las embajaditas, poner a los mossos a las órdenes del Ministerio del Interior, poner a TV3 en la vía constitucional o cerrarla y, sobre todo, crear diseños institucionales que nos eviten depender a todos de unos pocos que no solo se despreocupan del interés de todos sino que están en contra de los intereses generales.

Y yo, amable lector, estoy de acuerdo con Ovejero. En otras palabras, sí es preciso dialogar, pero no para templar gaitas o buscar "soluciones pactadas" sino para decirles claramente a los separatistas: "U os bajáis del burro u os bajamos nosotros artículo 155 mediante".

Ese es el único diálogo posible con esta pandilla de locos llenos de mentiras y de odio. Es difícil prever cuánto puede durar esa transición hacia la cordura institucional, pero es seguro que la cordura volverá, porque o ganamos nosotros esta batalla o nos vamos todos -ellos y nosotros- por el sumidero.

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