Firmas

Sánchez se sienta plácido a ver pasar la legislatura

  • Sánchez no tiene previsto convocar las elecciones prometidas
Pedro Sánchez. Foto: Reuters

La semana política transcurre de forma mucho más amable para el presidente y sus ministros. Superadas a golpe de hoja de calendario las revelaciones periodísticas más dañinas contra Sánchez, Delgado y Duque, los fuegos artificiales del aniversario del 1-O han venido a regalarles un golpe de estabilidad inesperado que, pese a no significar avance alguno en su necesidad de aprobar los presupuestos, sí debe aclarar a todos los confundidos que aquí no va a haber convocatoria de elecciones porque la mayoría parlamentaria a lo Shelley está bien de salud. Quim Torra mediante.

La sucesión de acontecimientos así lo confirma. Hace sólo ocho días, el presidente ponía aparentemente en manos de los independentistas el botón electoral, al avisarles de que si buscaban la confrontación habría elecciones anticipadas: él mismo lo definió como game over. Bien sabía Pedro Sánchez que esa era una frase lapidaria, ocurrente, pero sin contenido alguno, porque mayor confrontación que alentar a la violencia en las calles de Cataluña es imposible encontrar en la vida pública de cualquier país. La prueba de que el inquilino de La Moncloa volvió a hablar desde el otro lado del Atlántico sin base alguna en sus palabras llegó pocas horas después: el gobierno consideraba un chantaje inaceptable el ultimátum de Torra por el que amenazaba, igual de falsamente, con retirar el apoyo independentista al gobierno. No llegó el game over, sino la patada a seguir.

Lo de menos en todo este episodio es haber comprobado la fractura del bloque separatista, eso es una anécdota. Lo importante es poder elevar a la categoría de sonoro mentís lo dicho por Sánchez en su entrevista a Reuters: ante la evidente priorización del conflicto por parte del gobierno catalán en unos días de ira y altercados, su reacción no fue convocar las anunciadas elecciones sino considerarse ultrajado por el chantaje independentista. Y a tirar hacia adelante hasta junio de 2020, como es su voluntad firme y como hará sin lugar a dudas salvo catástrofe política.

Los días han ido transcurriendo y apagando poco a poco el eco de las sospechas sobre la ética de los mencionados integrantes del gabinete, y sobre alguno más aledaño al gobierno con la extendida costumbre de poner sus casas a nombre de empresas sin empleados. Los titulares se han ido empequeñeciendo, las portadas han ido pasando a temas mayor actualidad, y el presidente se sienta plácido de nuevo, en este arranque del esperadísimo octubre tras un nefasto septiembre, a ver pasar la legislatura. Ha dado instrucciones de que ni un solo ministro más dimita por cuestiones pasajeras cuyo revuelo se apaga como una vela en la oscuridad. Con dos renuncias forzadas, suficiente.

Ha estado más de una semana en Estados Unidos y allí ha comprobado lo relativo que es todo desde la distancia. Ha tenido a pocos centímetros a un presidente al que rechaza una mayoría importante de ciudadanos, como le ocurrió a él en dos elecciones consecutivas, y ha visto cómo Trump resiste a la erosión a la que le someten importantes conglomerados mediáticos con multimillonarios inversores detrás.

Pedro Sánchez no tiene previsto disolver las Cortes y convocar las elecciones que prometió en la moción de censura que le llevó al poder. Ni siquiera lo haría en caso de no conseguir tener unos presupuestos propios. Su posibilismo ya quedó demostrado en este terreno al asumir como propias las cuentas de Rajoy y Montoro que tanto había despreciado.

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