
Contrariamente a la tendencia europea en la política británica los partidos tienen un enorme peso. Son mucho más que una rancia herramienta electoral. Esto se refleja en los congresos anuales, como el del Partido Laborista. Su líder Jeremy Corbyn adoptó la estrategia del segundo referéndum sobre el Brexit después de que el congreso votara de forma mayorita a favor de esa política. Pero solo si no logran forzar elecciones anticipadas: es la opción prioritaria. Los laboristas -y los conservadores- están escindidos. Al carecer de táctica optan por mantener la ambigüedad.
Con estímulos como campañas masivas de afiliación Corbyn ha convertido el laborismo en la fuerza socialdemócrata más grande de Europa (600.000 miembros). Nunca ha sido un entusiasta de la UE respecto a la que ha mantenido una estudiada imprecisión. Desde 2015 ha habido dos intentos de reemplazarle.
Y múltiples acusaciones de intimidación y caza de brujas de "centristas". El Brexit ha profundizado estas divisiones, aunque Corbyn ha sido inequívoco y acata la voluntad del partido. Si se repitiera el referéndum más de la mitad de los británicos rechazaría el Brexit. Empiezan a comprender el error de los eurófobos que consideraron la UE como mero mercado donde chantajear a los socios con el fin de conseguir beneficios. Eso sí, la ventaja sigue siendo estrecha.
Una voz importante es la del laborista Sadiq Khan, quien lamenta que el país solo tenga dos opciones: "Un mal acuerdo o ninguno". Dice que ambos escenarios evidencian las mentiras vendidas a la opinión pública. Preocupado por las caóticas negociaciones, Khan pide "una segunda votación" para elegir entre el acuerdo que logre el ejecutivo o la permanecencia.
Las propuestas de la primera ministra May para llegar a un arreglo están siendo criticadas, tanto por Bruselas como por los euroescépticos de su partido. Sin embargo, sigue descartando celebrar una segunda consulta.
Ante la posibilidad de no llegar a un acuerdo con May, la UE sondea a Corbyn, ofreciéndole protección del empleo, evitar la frontera dura en Irlanda, un futuro acuerdo comercial y esquivar males mayores para la industria manufacturera y la cadena de suministros. En todos estos aspectos, las opiniones de Corbyn convergen con las de la UE, cuyo objetivo es una retirada ordenada del Reino Unido.
Otro ejemplo es la salvaguarda de los derechos de los ciudadanos comunitarios que lleguen al país en busca de trabajo después del Brexit. La intención de May y su equipo es no darles trato preferente. No obstante, el secretario "en la sombra" del Partido Laborista para el Brexit, Sir Keith Stammer, reconoce que el tema podría volver a discutirse "si se quiere mantener una relación económica cercana con la UE".
Y es que hay un dato a tener muy en cuenta: casi dos tercios de los afiliados a los grandes sindicatos se muestran más preocupados por la pérdida de empleos que por la llegada de nuevos inmigrantes. La reunión de Bruselas tiene dos lecturas. Es una manera de presionar a la primera ministra y al mismo tiempo explorar las alternativas a May si - como parece - el Reino Unido se precipita hacia unas comicios adelantados. Los conservadores celebran su congreso anual esta semana. El desbarajuste político puede aumentar.