
Tanto la opinión informada, como los datos empíricos, corroboran una impresión intuitiva: las gestoras de activos dependientes de la banca tienen una tendencia a comprar valores bancarios. También sabemos que hay otra tendencia bastante generalizada: las gestoras españolas tienden a comprar valores españoles, y esto sucede en otros países. Trataré de apuntar algunas razones que justifican estos hechos.
En economía estos fenómenos han sido bautizados hace tiempo: el sesgo hacia la industria (industry bias) y el sesgo hacia lo nacional (home bias). Para muchos, aquí hay un importante componente conductual (no racional) en línea con las finanzas conductuales -behavioral finance-, que preconizan que los individuos no son perfectamente racionales y toman sus decisiones impulsados por sus sentimientos y emociones.
El premio Nobel de economía de 2017 Richard Thaler apoya esta línea de pensamiento. E incluso sus adversarios intelectuales, como Eugene Fama, que recibió este premio en 2013 y es mucho más defensor de la primacía de lo racional, aceptan que en ocasiones los inversores se dejan llevar por los sentimientos. Estas discusiones no son nuevas en economía y nos podríamos remontar a John Maynard Keynes, que en su Teoría General de 1936 ya abordaba estos temas.
Pero, en mi opinión, los sesgos hacia invertir en la propia industria o en el propio país no tienen por qué ser necesariamente de origen conductual o, por lo menos, no ser únicamente conductuales; puede haber también componentes perfectamente racionales como lo son las ventajas en conocimiento e información. Un gestor de carteras, que trabaja en una gestora controlada por un banco, con frecuencia conoce mejor el sector bancario que otros sectores: muchas veces ha trabajado previamente en el banco matriz y normalmente tiene relaciones personales más cercanas con empleados del mismo, controla más información sobre el sector bancario o tiene más fácil resolver una duda que le surja al invertir en el sector. Algo parecido le sucede con la tendencia hacia las inversiones domésticas: conoce mejor las empresas, su historia, sus perspectivas... y esto es normal pues de muchas sabe su evolución porque ha convivido con ellas desde la infancia, las ha estudiado en la universidad o las ve en la prensa continuamente. También tiene importancia el conocimiento del entramado institucional del propio país, de su previsible evolución política o de las personas que toman decisiones que pueden afectar a la evolución futura de la inversión; sin despreciar la importancia de la seguridad jurídica percibida.
Esta visión apoyaría que en el caso español haya también un sesgo hacia invertir en valores europeos o de otros países con instituciones similares a las nuestras; parecería bastante racional.
Estos temas los venimos estudiando desde hace tiempo en Deusto Business School, y en un trabajo que recientemente hemos publicado en la Revista Española de Financiación y Contabilidad, que he escrito con mi colega Wojciech Przychodzen, demostramos que las tendencias hacia invertir en la propia industria y hacia la inversión doméstica existen en España entre los fondos de inversión controlados por bancos, y que esto es más acentuado en las épocas de crisis. Lo que también parece lógico, pues en tales épocas, con una mayor sensibilidad por el riesgo y una mayor desconfianza, los gestores de carteras tenderán a refugiarse en lo más conocido y familiar.
Sin embargo, esto último nos devuelve a las finanzas conductuales: ¿es perfectamente racional invertir con especial cuidado solo en épocas de crisis?, ¿no debería ser esa una característica permanente en la forma de actuar de un profesional de la inversión? Pero, a contrario sensu, ¿no está en el ADN de muchos inversores el afrontar aventuras en distintos sectores y países?, ¿no puede influir el "efecto imitación" en que los inversores en épocas de crisis se centren en lo más conocido? En un estudio que publicamos mi colega Wojciech Przychodzen y yo hace unos meses en el Journal of Behavioral Finance, observábamos sesgos conductuales en los gestores de carteras de diferentes países como la tendencia a "seguir al rebaño", comportamiento gregario o herding; también apreciamos que los gestores de carteras afiliados a bancos tenían una tendencia a estudiar con más "cariño" los valores del propio banco.
Creo que no hay duda de los efectos conductuales en la inversión y en casi todas las facetas de nuestras actuaciones y, en ocasiones, los inversores aciertan actuando así. La profesión de inversor es complicada y si alguien consigue sistemáticamente buenos resultados es fácil que el mercado se lo reconozca. Además, dedicarse a invertir en lo que mejor se conoce parece una muy buena idea.