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Davos

Davos, cercana a Zürich, en el cantón de los grisones (Alpes Réticos), a mil quinientos metros de altitud, es hoy famosa porque allí se celebra desde 1971 el Foro económico mundial, pero en el pasado fue conocida porque albergó notables sanatorios para tuberculosos. En uno de ellos, mientras acompañaba a su esposa Katia, enferma entonces, Thomas Mann ideó La montaña mágica, cuya acción se desarrolla casi íntegramente en Davos, en una casa de salud para tísicos.

Pese a ese antecedente literario y pese a que, como es lógico, Davos esté unida indisolublemente a La montaña mágica, si me tocara elegir una representación literaria ligada a ese lugar montañoso y turístico, no elegiría la novela de Mann sino La isla del tesoro, que Stevenson terminó de escribir allí, en uno de aquellos sanatorios.

"Después de llegar a mi destino (Davos), me senté una mañana... y hete aquí que el relato comenzó a aflorar como una conversación trivial y, en una segunda oleada de jubilosa aplicación y de nuevo al ritmo de un capítulo diario, acabé La isla del tesoro".

Cuando las abstrusas conversaciones de Setembrini y de los otros protagonistas que Mann colocó en aquel sanatorio se conviertan en ininteligibles, al igual que los pensamientos filosóficos que atosigan al lector de la novela de Mann, entonces todos los adolescentes del mundo seguirán nutriendo su fantasía y su sed de aventuras en la inagotable Isla del tesoro, que un tísico maravilloso acabó de escribir de un tirón en una montaña perdida de Suiza, mientras intentaban erradicar los bacilos de Koch de sus maltratados pulmones.

Como Stevenson recordaría al final de sus días: "La historia parece haber proporcionado mucho placer" y, desde luego, lo sigue haciendo hoy. La novela, además, "procuró (o fue el medio de procurar) fuego y comida y vino a una familia que lo merecía y por la que yo sentía interés. No hace falta decir que me refiero a la mía".

Robert Louis Stevenson contó que La Isla del tesoro tiene su origen en un mapa de una isla que él mismo dibujó en vivos colores. En el mapa colocó dos puertos y por eso, según el autor reconoció, "mandé a La Hispaniola de acá para allá". ¿Qué fue de ese mapa original? Cuando tras el éxito editorial que supuso la primera edición de la novela se dispusieron a realizar una nueva edición, el autor remitió por correo el mapa a los editores.

Las galeradas de la nueva edición llegaron a manos del autor, que las corrigió y las devolvió, pero no tuvo noticias del mapa. Cuando preguntó por él le contestaron que no lo habían recibido. Entonces, el joven novelista se quedó -según su propia expresión- aterrado. A pesar de todas las dificultades, Stevenson se encerró en la oficina de su padre y rehizo el mapa. Fue su padre, que era un hábil calígrafo, quien "falsificó" la firma del capitán Flint que, según la novela, aparece en la parte baja del mapa.

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