
Muchas incógnitas y alguna certeza dejan los primeros compases del caso Sánchez. Porque ha nacido ya el caso sospechoso que alcanza al presidente del gobierno, alguien empeñado personalmente en la labor de sacar a España del pozo de corrupción y mordidas del que siempre habló al referirse al gobierno que le precedió. Uno de los aspectos donde más activo fue el partido de Sánchez contra su adversario, las falsedades académicas de los historiales y tesis universitarias, ha resultado volverse en su contra por dos veces en sólo doce horas, las que pasaron de la dimisión de su ministra más ideológica hasta la mañana en que las sombras de la sospecha anidaron sobre su propia cabeza mientras contestaba desde su escaño a Albert Rivera en la sesión de control. Por decirlo más gráficamente aún, al presidente le ha mutado el rostro y ahora su gesto grave y serio nos recuerda al de Karl Theodor zu Guttenberg, el ministro alemán de Defensa que tuvo que dimitir cuando se demostró que había plagiado su tesis doctoral.
Incógnita razonable: ¿mintió el presidente ayer en sede parlamentaria? La tesis no está colgada en Teseo, la plataforma que publica este tipo de ensayos, tal y como afirmó el jefe del ejecutivo de forma solemne en el hemiciclo. Más que razonable, razonada por todos los medios que han constatado que en Teseo sólo hay una ficha del trabajo.
Incógnita planetaria: ¿por qué no hace pública la tesis y se acabó el asunto? Millones de españoles, que ya no están en la tumbona bajo la sombrilla dejando pasar los días, creen en su palabra y se preguntan cuál es el motivo por el que Sánchez no deja que todos disfrutemos de su investigación. La regeneración era la causa primordial para presentar una moción de censura contra el anterior presidente, y regeneración es lo que se echará en falta en el propio presidente si escoge el camino de no publicar su tesis para que cualquier español pueda leerlo, cotejarlo, compararlo con otros trabajos para discernir si es un plagio en alguno de sus capítulos.
Entre las certezas situamos una que causa sorpresa, dado el título del trabajo que eligió el hoy presidente del gobierno: Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público (2000-2012). Pedro Sánchez incluyó los cuatro años de Aznar en su segunda legislatura como modelo sobre la diplomacia económica española, reconociendo sus innovaciones. Tal vez entonces no adivinaba, o tal vez sí, que pocos meses después aspiraría a ser el líder del PSOE y que haría de la descalificación general del PP y sus políticas su auténtica bandera política.
El verano azul de gestos que Sánchez ha protagonizado ha desembocado abruptamente en un otoño oscuro y tormentoso. Los partidos de la oposición afilan sus armas, unos más despiertos que otros, por si hay que poner en marcha la maquinaria electoral ante la flagrante deriva del ejecutivo. Pero hoy como ayer, es improbable que haya elecciones aún con este caso Sánchez abierto en canal: el PSOE no soltará la presidencia fácilmente y en el caso de que se produzca una dimisión forzada por las circunstancias, la peculiar mayoría articulada en los últimos días de la primavera de la ira se mantendría con otro nombre al frente, preferentemente femenino. Es tan difícil que haya convocatoria electoral como que un nuevo presidente de la televisión pública elegido por concurso revierta los cambios que se han realizado en la Corporación en este verano de vendettas.