
Existe en la cultura de la Izquierda una extremada radicalización verbal a la hora de posicionarse ante el capitalismo. Con frecuencia el prefijo anti es usado como garantía de nuestra indudable posición contra él. Pero el problema, al menos para mí, estriba en poseer una alternativa parcial o total aquí y ahora. Quiero decir que en la hipótesis de que el capitalismo muriera de éxito como augurara el economista Schumpeter, ¿cuál sería el proyecto alternativo y en qué valores y propuestas concretas se basaría? Ese es el reto que debemos asumir aquí y ahora. Movimiento obrero, rebelión de los pueblos tercermundistas, ecología política y enfoque de género son en estos momentos, con mayor o menor capacidad organizativa y proyección social las corrientes de pensamiento y reivindicativas que pueden asumir la tarea de alumbrar una nueva situación ante el posible o ¿probable? fin del sistema capitalista. Pero semejante futurible se hará realidad si se dan dos condiciones previas.
La primera no es otra que la necesidad de una síntesis teórica, política, económica, social y de valores de las cuatro posiciones anteriormente citadas. No basta con una simple yuxtaposición de las mismas. La permanente identidad del capitalismo a lo largo de la Historia, a pesar de sus múltiples avatares y facetas, hace necesaria una síntesis que, a modo de cosmovisión alternativa, logre el consenso social necesario para erigirse en alternativa. Lo que ocurre es que dicha posibilidad de síntesis no parece, hoy en día, cercana por razones objetivas pero principalmente subjetivas.
¿Qué hacer entonces, aparte de acelerar la posibilidad de la síntesis superadora? Afrontar esta cuestión es asumir que al menos una síntesis programática, aunque sea de menor vuelo, es imprescindible para dar señales de capacidad, concreción, organización y unidad de frente o bloque común. Es decir el anti debe ser sustituido urgentemente por el pro a favor de la construcción alternativa. Un nuevo mundo será posible si se enraíza en lo concreto, en la responsabilidad de proponer y explicar pedagógicamente los nuevos parámetros de la acción alternativa que pretenda ir ocupando el puesto del sistema que acaba.
¿Están las fuerzas sindicales, políticas, y culturales y demás movimientos que se reclaman alternativos dispuestos a mojarse en números, proyectos, asambleas programáticas y realismo revolucionario? A la espera de la síntesis teórica y política que necesitamos se hace más indispensable que nunca el Programa común. Los brindis al sol del radicalismo verbal no son otra cosa que incapacidad o miedo a lo real-concreto.