
Como en la película de Robert Luketic, La cruda realidad (2009) es que vamos a tener a Pedro Sánchez para rato. Desde que tomó el poder a través de un golpe parlamentario, los socialistas han elaborado una sólida estrategia para perpetuarse. Ya lo hizo Felipe González en 1982 y consiguió aguantar al frente de la presidencia del Gobierno 14 años. Cuatro largas legislaturas en las que la oposición brilló por su ausencia: a derecha e izquierda.
La situación ahora es parecida. Tras el asalto al poder han conseguido neutralizar al flamante líder de la oposición, Pablo Casado, enredado judicialmente con su máster. Gracias al aparato mediático socialista ya aparece ante la opinión pública como un corrupto, igual que el resto de los dirigentes del PP.
Por el momento no han podido con el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, aunque le ningunean hasta el punto de hacerle pasar como próximo a la "extrema derecha". Un nacional populista del que nadie se puede fiar. ¡Qué tiempos aquellos! cuando le utilizaron para llegar al poder por la puerta de atrás y le tiraron a la basura como un clínex cuando dejaron de necesitarle.
¿Y qué me dicen de Podemos? Iglesias es, de momento, el aliado preferente. Le han dado el abrazo del oso y le han robado la cartera. Los socialistas le quitan el discurso y están dispuestos a compartir con él las migajas mientras sea útil. Por ahora los tienen apaciguados y han pasado de hacer una oposición feroz a ser corderitos. El PSOE dejó de ser parte de la casta, muy al contrario, son aliados en el glorioso camino de dignificar a la clase trabajadora. Pero con el inicio del curso las cosas cambiarán; se han acabado los cien días de gracia que tradicionalmente se conceden. Como dirían los anglosajones, es el tiempo de los reality bites. Sánchez después de ocupar impúdicamente el poder y controlar el aparato del Estado se prepara para dar la gran batalla. Todo se decidirá en las elecciones municipales, autonómicas y europeas de mayo. Si como prevén los estrategas socialistas recuperan el poder territorial, será la plataforma para afrontar el asalto al poder con la ayuda de republicanos, populistas e independentistas. Un auténtico Frente Popular ante una derecha vencida y desarmada, descangallada.