
El escaparate de un aniversario trágico es una buena oportunidad para hacer llegar al mundo el pretendido conflicto. El independentismo prepara, por lo que está trascendiendo estos días, gestos de desprecio hacia el Jefe del Estado, que va a encabezar como es su obligación los actos de recuerdo a quienes sufrieron el zarpazo del yihadismo en Barcelona y Cambrils. Su pecado: haber hecho un discurso de unidad y de rechazo al golpe institucional contra el Estado, haber defendido la integridad del país y afeado a los autores de ese golpe su acción antodemocrática.
Un año después, la pretendida rectificación de Felie VI no se ha producido ni se va a producir, y esa es la excusa para darle un recibimiento hostil por parte de las instituciones autonómicas, que no son el conjunto de la sociedad catalana, y mucho menos ahora. En los titulares e imágenes de los periódicos europeos verán reflejados Torra y la Generalitat todos esos desplantes, lo cual contribuirá al deterioro de la imagen de nuestro país en el exterior. ¿Y las víctimas del 17 de agosto?. ¿Algún gesto hacia ellas y sus familiares, que volverán a revivir momentos de dolor extremo?. Parece importar menos eso que el desprecio a la figura representativa de todos los ciudadanos españoles.
Un contexto adecuado para que el homenaje sea más inclusivo y se amplíe a los dirigentes separatistas que están en situación de prisión preventiva, lo que proponen algunas voces soberanistas. Los turistas que estos días inundan la Ciudad Condal no van a entender nada al ver cómo se mezclan cuestiones políticas con el necesario recuerdo y memoria de una masacre terrorista. Tampoco lo entendieron hace doce meses al observar cómo muchos depreciaban al monarca por su presencia al frente del dolor de todos los españoles, un desprecio que se adelantó varios meses al repudiado discurso a la nación del 3 de octubre.
Los catalanes no tienen Rey, dice el president. También sostiene que ni él ni los demás independentistas son españoles. La frustración mayor no es para quienes nos entristecemos de escuchar tales afirmaciones, sino para quienes constatan a diario la ensoñación que suponen. Suelen añadir, y no sólo ellos, que no votaron al monarca ni el sistema monárquico que lo sustenta. Pero olvidan que los españoles votaron varias veces, una de ellas un referéndum constitucional, el tipo de Estado del que gozamos desde hace ahora cuatro décadas. Tampoco millones de americanos votaron su Cata Magna ni las sucesivas enmiendas que están en vigor y eso no resta un ápice de su carácter democrático y justo. Ni de su vigencia. Felipe VI es el próximo objetivo, y lo que va a ocurrir presumiblemente en el aniversasio de los atentados profundiza en esa impresión.