
No se puede analizar la relación de Donald Trump con América Latina sin incluir su relación con el resto del mundo, comenzando por sus aliados tradicionales, como la Unión Europea, Canadá o Japón. En líneas generales éstas se rigen por el America first, que esconde un gran vacío por detrás, sin nada ni nadie en segundo o tercer lugar. Así, se observa un gran desinterés por América Latina, como prueba el hecho de que recién a finales de junio el Senado haya confirmado a Kimberley Breier como secretaria de Estado adjunta de Asuntos Hemisféricos.
Sin embargo, hay ciertos países y temas que le preocupan, aunque más desde una perspectiva bilateral, en la que se siente fuerte, que multilateral o hemisférica. De ahí su ausencia en la última Cumbre de las Américas celebrada en Lima. Otro dato a considerar es su propuesta de concluir un tratado bilateral de libre comercio con México, en lugar de renovar el cuestionado Tlcan a tres, Canadá incluido.
Los países que por diversos motivos atraen su atención son México, Cuba, Venezuela y, recientemente, Nicaragua, junto al narcotráfico y las migraciones. México ocupó un lugar central durante la campaña y el maltrato a los mexicanos le atrajo numerosos votos de sus seguidores más radicales y xenófobos. Ahora bien, después de la tormentosa relación con Enrique Peña Nieto, su trato con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) puede cambiar.
Recientemente señaló: "Estamos teniendo una muy buena comunicación con México y con su nuevo presidente que ganó las elecciones con rotundidad. Veremos que pasa". El America first y el México primero implícitamente planteado por AMLO tienen muchos puntos en común. Y si Trump tiene buenas relaciones con Kim Jong-un, por no hablar de Vladimir Putin, por qué no con el nuevo presidente. Ya se han dado pasos significativos, como el diálogo telefónico entre ambos tras los comicios o la visita del secretario de Estado, Mike Pompeo, a Ciudad de México. Esto contrasta con las denuncias de Rex Tyllerson, su predecesor en el cargo, y del exconsejero de Seguridad Nacional, el general Mc Master, a comienzos de año, sobre la injerencia rusa en las elecciones mexicanas. Todo anunciaba un choque de trenes entre Trump y AMLO, pero las cosas parecen ir en otra dirección. México se juega mucho con su vecino del norte y el próximo presidente lo sabe. Por un lado, millones de mexicanos indocumentados viven al otro lado de la frontera. Por el otro, las remesas superan los 30.000 millones de dólares anuales, equivalentes al 2,3% del PIB mexicano. Acciones negativas en alguno de estos frentes tendrían consecuencias dramáticas para su economía.
Sobre Cuba, y pese a su postura ambigua durante la campaña, Trump aprovechó el tema para revertir otra de las políticas emblemáticas de Obama. Y si bien mantiene las líneas maestras de los cambios realizados, ha reducido al mínimo la actividad diplomática de la embajada. Su agenda cubana mantiene una estrecha relación con el ala más dura del exilio en Miami, comenzando por el senador Marco Rubio.
En lo que respecta a Venezuela y su enfrentamiento con Nicolás Maduro, su acción se resume en las sanciones a los principales dirigentes chavistas. Pero, el globo sonda sobre una probable acción militar quedará en eso, ya que su política aislacionista hace pensar en muy poca acción al respecto. La represión de Daniel Ortega contra el pueblo nicaragüense, agravada por su intensa alianza con el eje bolivariano, ha movido a la diplomacia estadounidense a tomar una postura de mayor dureza. Por eso, habría que preguntarse cómo influye en la ecuación la fuerte presencia militar rusa en Nicaragua.
También le preocupa el narcotráfico, comenzando por el importante incremento del área cultivada de coca en Colombia, junto al riesgo de intensificación de la violencia en México, América Central y el Caribe, que podrían repercutir negativamente sobre procesos migratorios descontrolados. Aquí también el Caribe y su zona de influencia son los mayores focos de alarma.
La mayoría de los gobiernos regionales buscan una buena relación con Trump, aunque se ha impuesto el sálvese quien pueda. Cada cual hace la guerra por su cuenta y los grandes beneficiados son Mauricio Macri, ya que sus anteriores proyectos inmobiliarios le permitieron revalidar su vínculo personal, y el próximo presidente colombiano, Iván Duque, tras su exitosa visita a Washington. De todos modos, en lo relativo a la relación con Estados Unidos lo verdaderamente preocupante es la debilidad de la cooperación latinoamericana, que no presenta acciones concertadas ni objetivos conjuntos.