Firmas

Un cadáver revoltoso

El Valle de los Caídos. Foto: Reuters.

La capacidad de sorprender a la opinión pública por parte del Gobierno de Pedro Sánchez parece ilimitada. Cada día, el ministro de turno saca un conejo de la chistera. Es como si gobernase un publicista cuyo objetivo fuese desbordar a Pablo Iglesias. Las bases del PSOE y, sobre todo de UGT, siempre han tenido un cierto complejo frente al PCE y a CCOO y ahora frente a Podemos. Eso explica que los dirigentes socialistas estén obsesionados en aparentar que "son más rojos que nadie".

Por esta razón, para los cien primeros días del Gobierno Sánchez han planificado una batería de ocurrencias dirigidas a deslumbrar en redes sociales. El impacto mediático está siendo tan considerable que se dejó de hablar de Cataluña, del paro o del monstruoso endeudamiento con el exterior. Con gran habilidad desvían el foco de la noticia proporcionando un día sí y otro también carnaza para las tertulias. No se distingue dónde termina la política y cuando empieza el entretenimiento.

Así, se pasa de anunciar una ley que exigirá el consentimiento expreso en las relaciones íntimas a eliminar el diésel. Se dice que se impulsará una Comisión de la Verdad sobre el franquismo y al mismo tiempo se asegura que se cerrarán las nucleares. Se insinúa que se arrinconará la enseñanza concertada con la aprobación de una batería de nuevos impuestos para sociedades, banca y tecnológicas.

Es como la política recauchutada de Zapatero. El objetivo es descalificar al PP por franquista, a Rivera por joseantoniano y a Ciudadanos por falangistas. Pero de todas estas ocurrencias la más peligrosa es desenterrar el cadáver de Franco, sin el permiso de sus familiares, para sacarlo del Valle de los Caídos y trasladarlo a otro lugar sin definir. Como en la película de Jean Girault interpretada por el genial Louis de Funès Jo, un cadáver revoltoso (1971) nadie sabe qué hacer con el muerto. Al final les puede salir el tiro por la culata y crear un centro de peregrinación para turistas. ¿Se imagina que hubiese una tumba de Hitler en Alemania o de Mussolini en Italia? Y en el peor de los casos, pueden provocar el renacer de las dos Españas que tanto nos costó enterrar. ¡Dejemos a los muertos en paz!

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