Firmas

El triunfo de la mentira

Foto: Archivo

Fue en 1976 cuando se publicó en Barcelona el primer número de la revista L'Avenç. La práctica totalidad de su consejo asesor estaba compuesta por profesores universitarios de Historia. El objetivo de aquella revista, en palabras de Josep Fontana: "Nuestra tarea más inmediata y urgente será la de restituir a nuestro pueblo la visión histórica nacional que le ha sido negada desde 1939", y por si hubiera alguna duda de lo que aquello significaba, Fontana añadió: "Contra la historia científica, entendida en el sentido de neutra e imparcial, hay que propugnar una historia política, objetiva pero partidaria". Se declaraba así la guerra a la Historia como ciencia y se exaltaba la Historia como mito. Este historicidio sigue hoy su curso a cargo, por ejemplo, de Arnau González i Villalta (diz que historiador) y Enric Ucelay-Da Cal en obras publicadas en 2017 y también la obra del muy versátil Ferrán Mascarell (primero del PSC y luego separatista). Santos Juliá ha analizado esas "aportaciones" recordando cuándo empezó todo. Y eso ocurrió el mismo día en que Rajoy recibió a Mas y éste le presentó su ultimátum: "O el cupo vasco o vamos hacia la independencia". Mas volvió a Barcelona con la negativa y fue recibido entre los aplausos y las risas de Torra, Salvador Giner, presidente del Institut d'Estudis Catalans, Muriel Casals, presidenta de Òmnium Cultural, Ferrán Requejo, catedrático de Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra, Vicent Sanchis, más tarde director de TV3, Jaume Sobrequés, director del Centre d'Historia Contemporània de Catalunya, Xavier Rubert de Ventós... es decir, la crema de la intelectualidad catalana.

Era el principio del descaro. En Cataluña, el sector nacionalista de la intelligentsia, es decir en palabras de Juliá, "la clerecía, ha consolidado una potente red de asociaciones, fundaciones, institutos, museos, etc. Lo que Karl Mannheim definió como "control monopolístico sobre la concepción del mundo". Inmediatamente después de aquel recibimiento, Mas disolvió el Parlament y convocó elecciones, pero su partido obtuvo doce escaños menos que en las elecciones de 2010. A la frustración se añadió la engorrosa novedad de que Esquerra, que en 2010 pasaba por horas bajas, había levantado el vuelo y doblaba ahora su número de votos hasta alcanzar el 13,7%. Así empezó la puja al alza por el derecho a decidir, la soberanía y la independencia, y se liquidaban los restos del proyecto de Cataluña como vanguardia de España.

En fin, que de las muchas cosas que el procés ha destruido no ha sido la menor la objetividad y la racionalidad que han de acompañar siempre al pensamiento, sea académico o no. Y en esa destrucción, el edificio que primero se ha venido abajo es el de la escuela catalana de historiadores. Una pena, y más si se tiene en cuenta que entre los que han dirigido la piqueta está Josep Fontana, un veterano marxista reconvertido en separatista, es decir, en alguien que desprecia la verdad.

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