
José María Aznar ha vuelto a aparecer en escena. El ex presidente del Partido Popular y ex presidente del gobierno elige bien los momentos en que su verbo privilegiado y demiúrgico aparece en escena con el mismo resultado siempre de perjudicar a aquellos que tratan de resolver los problemas del partido y del país, por supuesto sin el acierto del que fuera líder supremo de la derecha española. Mariano Rajoy lo sabe bien porque sus apariciones han salpicado los años de gobierno, incluso de oposición, del partido que él llevó a la Moncloa y dejó en la oposición. Irrumpir en la plaza pública a dos días de la celebración de las primarias que él nunca siquiera pensó celebrar no es gratuito. Tiene un sentido, como todo lo que el ex presidente ha hecho en su vida política.
Una refundación es algo muy serio. Pero en este planteamiento Aznar ha marcado un camino acertado. Sus ideas constructivas siempre serán bienvenidas en el PP. Su mal genio y sus broncas a aquellos a quienes ni siquiera conoce, son en cambio un lastre del que los populares tardan siempre muchos días en reponerse. Refundar, cambiar la marca, las caras de los principales dirigentes, oxigenar. Aznar ha dado una clave de futuro interesante y perfectamente transitable, sin que sirva de precedente.
La discusión que ha surgido en este rush final entre los candidatos es peregrina y tiene cierto aroma a temor por la proyección de algún aspirante a la sucesión de Rajoy. Ser el candidato de Aznar, ser algo de Aznar, se ha convertido en un peso y en un atributo que a quien se le asigna le hace más daño que una crítica directa. Es un mensaje subliminal que debería hacer reflexionar a quien lo utiliza, pero también al protagonista del dardo, al ex que no termina de irse pero vuelve, y dice que ya no pinta nada ni paga cuotas, pero regresa y regresa para hacer declaraciones que dañan al que fue su partido. Ser el candidato de Aznar parece que resta opciones, aunque a quien se le atribuye esa característica no reniegue ni de su pasado con el dirigente madrileño ni del que ha tenido más recientemente con el presidente gallego, afincado en Madrid y ahora en tareas profesionales por Alicante. Renegar de lo hecho por uno mismo es como eso de borrar tuits, ahora tan de moda para limpiar hojas de servicios demasiado expuestas.
Cospedal, Soraya, Casado. Un triángulo que parece no tener rival entre el resto de candidatos aunque las bases de los partidos políticos son muchas veces imprevisibles y con ellas no se suele acertar en el pronóstico. Máxime cuando es una formación política a la que ha salido sarpullido durante años sólo de oir hablar de elecciones primarias libres. Los militantes que se han inscrito para participar, muchos o pocos, podrán confirmar el jueves si otorgan la mayoría de sus votos a uno de estos tres favoritos, o si incluyen en la final del Congreso extraordinario a un nombre imprevisto, aunque se nos antoje difícil de vaticinar.
Todos los candidatos han tenido sus razones en los mensajes de campaña. Ninguno la ha tenido al cien por cien en todos sus planteamientos, como suele ocurrir en política. Pero tratándose del primer partido del país en militantes y representación parlamentaria, más vale que quienes les voten acierten en su elección. Si no lo hacen, Aznar volverá a los titulares.