Firmas

¡Menuda tropa!

Mariano Rajoy el día en que se reincorporó a su puesto como registrador de la propiedad. Foto: Efe.

La crónica de la reincorporación de Mariano Rajoy a su trabajo tras dos décadas dedicadas a la política me ha llamado poderosamente la atención. El hecho de que por primera vez un presidente del Gobierno haya renunciado a todos sus privilegios para volver a su anterior profesión es sin duda digno de reseñar. Más si se trata de una persona que ha sido tachada de "indecente".

Sin embargo, el titular fue: "Rajoy llega tarde a su primer día de trabajo". Me resultó tan insólito que pensé que se trataba de una noticia falsa. Después comprobé que era un enfoque bastante generalizado de los medios digitales más casposos. Tuvo que ser Pablo Iglesias quien pusiera las cosas en su sitio como anteriormente había hecho con las cremas robadas de Cifuentes.

Eso me hizo pensar en el proverbio chino "cuando el sabio señala la luna, el tonto mira al dedo". Pero no era simplemente bazofia reporteril, sino una demostración más de la degradación que se está produciendo en los medios. Todos los periodistas siguen el número de lectores que han captado y lo único que importa es lograr muchos seguidores para no perder el trabajo. Sus empresas sabrán recompensarles. Así hemos llegado al amarillismo más propio de finales del XIX que de principios del XXI. Parece ser que la prensa sensacionalista está expulsando a la seria y responsable.

Hay desasosiego entre los periodistas, porque si un cambio de Gobierno puede cambiar de un plumazo la organización interna de un periódico como El País, ¿qué no puede pasar con los medios de comunicación públicos? Las empresas se han hecho más pragmáticas y los buenos editores escasean. Los tertulianos se han reconvertido para no perder su sustento. La auténtica ley mordaza es la autocensura.

Sin duda el viejo periodismo ha desaparecido como relata extraordinariamente bien Joaquín Luna en su libro ¡Menuda tropa! (Península). Tal vez los periodistas de nuestra época éramos unos crápulas, bohemios, acanallados, noctámbulos y bebedores "pero periodistas, siempre" y estábamos dispuestos a dar nuestra vida por contar al mundo lo que estaba pasando. Como ocurrió con la matanza en Tiananmén: "En ese momento es cuando uno se da cuenta que los periodistas no somos completamente inútiles".

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