
Lo ocurrido en la política española hace tan solo un mes escaso, muestra -con la fuerza de la evidencia- que en política el azar, lo imprevisto, lo ocasional no solo invalidan las previsiones más sesudas sino que inauguran un escenario nuevo y además señalan de manera clara el argumento de la nueva obra a representar y los protagonistas de la misma.
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez es, velis nolis, el ungido por el Hado para abordar la titánica tarea de visualizar y abordar para el hoy inmediato y sobre todo para el mañana postelectoral, los grandes problemas de esta hora: paro estructural, abrir un futuro para la juventud, creación de tejido productivo, erradicación de la corrupción, nuestro rol en la Unión Europea y la construcción de un nuevo modelo de Estado.
Se me podrá objetar -y con razón- que el nuevo jefe del Ejecutivo y por supuesto su partido, el PSOE, adolecen a la luz de la experiencia de una ejecutoria que autorice a pensar en su disposición y capacidad para tal tarea.
Pero así son los dados de la Fortuna, y lo que es más importante las características del nuevo escenario que Sánchez ha inaugurado con gestos inusuales y levantadores de expectativas. ¿Qué escenario?
El Partido Popular, visto lo que estamos viendo, tardará en ser la imagen de una alternativa. El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, sigue instalado en el éxtasis de las esencias patrias.
El independentismo -más allá de alardes principistas- sin el 50% de apoyos en la población y, sobre todo, vulnerable en cuanto se haga una política económica y social avanzada para todo el Estado. Desde ese enfoque el diálogo no es señal de debilidad (nunca lo es) o renuncia, sino de proyecto, de búsqueda de sintonías y también de democracia.
En lo que respecta a Unidos Podemos, tal y como ha venido manifestándose, puede ser el aliado y acicate organizador de luchas que conformen la fuerza social del cambio.
Y todo ello sin entregarse al papel de palmero gregario del Gobierno. Así podrá visualizar la alternativa, caso de que Sánchez no pueda, sepa o quiera asumir las consecuencias de la Moción de Censura que planteó en el Congreso de los Diputados a finales del mes pasado.
Ello significa un proyecto programático, unas alianzas y también la aceptación de que los dados, además de un regalo envenenado, han dado una oportunidad que no se puede desaprovechar, traicionar o dispendiar frívolamente.