
Se cumplen dos años del Brexit. Por un muy estrecho margen el 23 de junio de 2016 los británicos daban la espalda a la Unión Europea. De los que votaron a favor de la salida, un 9% cree ahora que se equivocó. Lo peor es que una reciente encuesta publicada en The Times revela que casi dos tercios de la población estiman que su Gobierno está gestionando mal el divorcio.
Expertos británicos califican el rumbo tomado por Reino Unido tras el Brexit de "vergüenza diplomática y desastre político". Opinión compartida hasta por muchos diputados conservadores. Imperan la desorganización y la confusión. La escisión entre los decididos a abandonar Europa, sin importar el coste, y aquellos con un serio presentimiento de que se avecinan pésimos tiempos para la economía. La fractura se extiende a toda la sociedad. Separa generaciones con los jóvenes mayoritariamente a favor de la UE. Distancia Escocia, europeísta, de Inglaterra. La City de Londres, proeuropea, insiste en un Brexit pragmático o blando. Existe un ambiente de crispación e intolerancia surgido como consecuencia del referéndum. Ello se ha traducido en un aumento de ataques xenófobos y racistas a ciudadanos comunitarios.
La primera ministra británica, Theresa May, ha tenido que sortear en el último año rebeliones entre los brexiteers (a favor de una salida dura) y los remainers (proeuropeos) por la dirección de las negociaciones con Bruselas. Además debe resolver el asunto de la frontera entre las dos Irlandas para no perjudicar el proceso de paz. También en esta cuestión May se juega su posición al gobernar con el apoyo de los diez diputados del probritánico Partido Democrático Unionista de Irlanda del Norte.
El Gobierno entra en la recta final de las decisivas negociaciones en medio de profundas divisiones internas. Nada nuevo. En los últimos 30 años, los desacuerdos acerca de Europa han envenenado a los tories. Los roces no han desaparecido. Al contrario, siguen las divergencias en el Ejecutivo en cuanto al Brexit como ha sucedido siempre. En la actualidad la brecha se debe al tipo de vínculo comercial que Londres busca con la UE, una vez que el país se retire el 29 de marzo de 2019, dos años después de activar el Artículo 50 del Tratado de Lisboa. Para acercar posturas y presentar la posición oficial británica en materia comercial, May ha dividido a sus ministros en dos grupos. En uno están los que prefieren una asociación aduanera. Solución respaldada por los remainers como el titular de Economía, Philip Hammond. Londres recaudaría aranceles en nombre de la UE sobre los bienes llegados a sus puertos pero destinados a los Veintisiete, lo que evitaría controles en la frontera británico-europea. En el otro están los brexiteers como el de Exteriores, Boris Johnson, y el negociador David Davis.
En el Parlamento, May consiguió superar rebeliones entre sus filas sobre dos enmiendas en la ley del Brexit, que busca incorporar al ordenamiento jurídico británico las leyes comunitarias para dar certidumbre a empresas y ciudadanos. Las enmiendas habían sido presentadas por los Lores y daban poder al Parlamento para vetar una posible retirada de la UE si Londres y Bruselas no llegan a un acuerdo. May dará a conocer un libro blanco sobre la futura relación comercial al finalizar este próximo Consejo europeo. Al mismo tiempo tratará de mantener un difícil equilibrio entre brexiteers y remainers. May afronta una imagen negativa y de parálisis de un Gobierno que el próximo día 13 cumplirá dos años. El Brexit no solo complica a la premier. A principios de este mes el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, veía cómo 15 diputados de su formación abandonaban la postura oficial del partido al pedir un segundo referéndum. Corbyn ha expresado en diversas ocasiones su rechazo a votar de nuevo, así como a continuar en el mercado único y la unión aduanera, demandas asimismo exigidas por estos políticos.
Mientras se acerca el Brexit -cualquiera que sea su forma final- Angela Merkel y Emmanuel Macron preparan la próxima cumbre. Han anunciado una propuesta conjunta que incluye reforzar las fronteras exteriores de la UE y crear un nuevo presupuesto de la eurozona para fortalecerla. El objetivo es mejorar su estabilidad y solidez impulsando la inversión y la convergencia económica. El fondo de rescate será ampliado y reforzado para convertirlo en una versión europea del FMI. Un instrumento extra para afrontar problemas de liquidez y cualquier choque sistémico. Irlanda podría así contar con un mecanismo de ayuda frente al impacto económico del Brexit.
En Reino Unido la incertidumbre derivada de la frontera irlandesa y el fraccionamiento interno del Partido Conservador hacen prever más tensión política.