Firmas

Una difícil relación

Foto: Dreamstime

Me refiero al resultado, no inesperado ni extraño, de la Encuesta de Competencias Financieras elaborada por la CNMV y el Banco de España, sobre una muestra de 21.221 individuos de todas las comunidades autónomas, entre 18 y 79 años, que revela el grado de conocimiento de la población, así como una parte básica de su posición o conducta, sobre cuestiones financieras elementales.

Nuestro desconocimiento, en general, sobre tales cuestiones; nuestro comportamiento y decisiones financieras, inferiores a la media de los países de la OCDE; y la vulnerabilidad financiera de nuestros hogares, superior a la media de la eurozona, indican una compleja y confusa relación de los ciudadanos españoles con el ámbito del dinero y las finanzas.

Y aunque la reciente crisis, además de haber mermado nuestras posiciones financieras (ingresos, ahorros, inversiones, capacidad de resistencia, activos o productos, etc.), ha envenenado las relaciones con las instituciones financieras, toda vez que se ha identificado la misma con el sector financiero, las malas prácticas, la falta de solvencia y muchos de los acontecimientos habidos como consecuencia de tales problemas (quiebras, impagos, preferentes, derivados...), no puede echarse la culpa a la misma o hacerla causante de tal situación de inopia.

Primero, porque la crisis no ha tenido que ver solo o exclusivamente con el sector bancario o financiero, sino también con las administraciones, los gastos políticos o públicos y su financiación y las políticas monetarias de los bancos centrales (también autoridades), desde -al menos- el año 2000. Segundo, porque si de algo puede haber servido la crisis es para enseñarnos a entender y manejar mejor nuestras finanzas, los productos financieros y una serie de conceptos e ideas que, durante este tiempo, se han manejado y repetido machaconamente en todos los medios de comunicación, bien es cierto que no siempre adecuada o acertadamente y a veces creando mucha confusión, pero la norma no ha sido esa y la información ha ido en la buena dirección.

Tercero, porque incluso antes de la crisis, el endeudamiento privado era descomunal (superaba el 200% del PIB) y nuestro ahorro era paupérrimo: es una tradición en nuestra economía, salvo períodos específicos, que nuestro ahorro, como nuestra productividad, sea casi siempre escaso y demasiadas veces bajo. Y el gobernador del Banco de España ha establecido cierta relación, no necesariamente causal, entre elevado desconocimiento en finanzas y hogares con exceso de endeudamiento y ahorro exiguo. Los datos de la encuesta parece que establecen esa direccionalidad y no la contraria, aunque no se plantee una causalidad: quiere decirse que la crisis pudiera haberse visto afectada a peor por nuestra mala o difícil relación con las finanzas, no al revés.

Considero que hay factores ancestrales y muy populares que justifican tal posición de los españoles sobre asuntos financieros. De un lado, y a pesar de ser una obsesión recurrente, aunque no manifestada (un hidalgo o caballero no habla de dineros ni de negocios), falta cultura sobre finanzas y dinero porque tenemos costumbre, con éxito, de mutualizar pérdidas y pagar a escote los errores y responsabilidades individuales (también los empresarios). Otro, el Estado, lo hará por ti. Si no, ¿de qué íbamos a aceptar, no solo de buen grado sino como exigencia de derecho (natural), que no lo es, que se nos proporcione un trabajo, una vivienda, una pensión, una educación...? No se consideran derechos adquiridos porque nos los hayamos construido, trabajado o esforzado por ellos, y el respeto por la libertad, la propiedad privada y los contratos sean lo que nos los aseguran. Al contrario; se aseguran conculcando derechos de otros, mediante la intromisión de los políticos en nuestras vidas. ¿Nos hace eso más libres o más dependientes?

Eso ha relajado nuestra actitud de continuo cálculo de posibilidades y cambio, riesgos, de la existencia de incertidumbre en nuestras vidas o del descuento del tiempo. ¿Cómo van a entender, quienes así piensan, el fenómeno del cobro de intereses, la especulación, el concepto de capital o la inflación, a la que consideran algo bueno? Ni siquiera entienden el intercambio (más allá de las mercancías físicas), el dinero o el mercado, como tampoco entienden el futuro, la seguridad u otros intangibles.

De otro lado, pesa una arcaica falacia, originada por Aristóteles y tomada entre otros por Marx, a la que se añade un tratamiento, como algo nocivo y reprobable, en las Sagradas Escrituras y la tradición (de judíos, cristianos o musulmanes), sobre todo lo relacionado con la actividad bancaria, las finanzas o el dinero, préstamo incluido. Hasta el punto de que, como es algo antinatural que el dinero produzca dinero, todo lo relativo a la usura o cobro de interés quedó proscrito hasta bien entrado el siglo XIX, o el XX según los casos, con leyes limitativas (de usura) sobre el interés. De ahí el desprecio general sobre tales asuntos.

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