
El inversor tiene que meterse en la cabeza que el peso de los emergentes en su cartera debe crecer hasta convertirse en una participación significativa. Hasta ahora cuando se pregunta a un asesor cuál es el porcentaje de dinero que se debe dedicar a BRIC (Brasil, Rusia, India y China), o cualquier otro acrónimo con el país que se quisiera explorar, la respuesta es entre un 5% y un 10%.
Este porcentaje se va a quedar ridículo si se reflexiona que Europa fue la potencia mundial del S. XIX; EEUU, la del siglo XX y primera parte del S.XXI; y China, de lo que reste de XXI. El gigante comunicapitalista dirigido por el nuevo Mao será el eje de todo el crecimiento de la economía mundial en una área geográfica mucho más grande que sus fronteras naturales, en toda la confluencia entre el Pacífico y el Índico, que relegará a un segundo plano el tradicional eje de poder del Atlántico.
El monarca absolutista en el que se ha convertido Xi Jinping, controlando y centralizando todo, ha urdido un plan en el que China será el centro del comercio y del crecimiento del consumo mundial. Y lo hará pese a todas las amenazas arancelarias que le ponga en el único contrincante que tiene en el tablero: EEUU -Europa o Japón juegan casi en una segunda división cuando se piensa en el tamaño de sus economías a mediados de siglo-, que defiende una economía de autoconsumo, con pocas exportaciones.
Xi Jinping -no olvidemos que es químico- va a hacer la segunda formulación de China en economía mundial. Una receta en la que ya no es la fábrica sino un proveedor de servicios, y lo va a hacer conectando a través de la Nueva Ruta de la Seda Eurasia y África, donde más crecerá la población mundial. Será el Gran Salto hacia Adelante o la Revolución Cultural de Xi.
En un contexto como el que viene pensar en los nacionalismos europeos resulta ridículo, aunque solo sea por defender el mínimo statu quo de calidad que han alcanzado las socialdemocracias europeas.
Para el inversor negar la recomposición del mapa mundial puede ser una equivocación, y la mayor parte de los gestores ya lo hacen comprando compañías de mercados occidentales cuyas principales ventas se producen en mercados emergentes. Cuando un gestor compra acciones de Diageo, no lo hace por la cantidad de Guinness que se puedan beber irlandeses e ingleses (incluidas la de las vacaciones en cualquier playa del Mediterráneo), lo hace por la que ya consumen nigerianos o cameruneses.
El reto para la cartera de un inversor es cómo sumarse al brutal crecimiento que nos viene sin la volatilidad que acompaña a los emergentes. Una receta para una cartera es subir un punto porcentual al año la exposición. Con los crecimiento previstos muy por encima de las economías maduras, supondrá en una década una cuarta parte de la inversión.