
Pablo Hernández Cos, que será nombrado gobernador del Banco de España, supone la total profesionalización y desvinculación de la política en este cargo, más aún que la evidenciada por José María Linde, que estuvo vinculado a la Administración como TECO en su juventud. Hernández Cos, sin embargo, no ha ejercido más que cargos técnicos y tiene una dilatada trayectoria en el Banco de España, algo que también se podía decir de Linde, pero no así de Miguel Ángel Fernández Ordoñez o Jaime Caruana, ambos con mayor perfil político, sobre todo el primero.
Si el Gobierno de Aznar se decidió por Jaime Caruana, que fue anteriormente director general del Tesoro, cargo político, y el de Zapatero por un hombre de clara vinculación socialista, como Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el actual Gobierno, consciente de que en Europa se vería mal un nombramiento político, ha optado por designar para el cargo a un economista de prestigio, vinculado desde hace tiempo a la institución, en claro continuismo al nombramiento de Linde, que ya cumplía este requisito.
Los méritos de Hernández de Cos son sobrados para desempeñar el cargo y el Gobierno no ha sucumbido a la cuota femenina. Sin embargo, Margarita Delgado hubiera sido también una candidata ideal para el cargo, aunque quizás su carrera está sesgada hacia el ámbito de la supervisión y menos de la política monetaria. Bien hará el nuevo gobernador si potencia perfiles como el de Delgado como Alterno al gobernador en el Consejo de Gobierno del BCE, cargo que anteriormente ostentaba Hernández de Cos, y que es una buena plataforma para ejercer de gobernador en el futuro.
De los últimos gobernadores, es quizás el que tiene una más sólida formación académica y docente, y en esto recuerda al mandato de Luis Ángel Rojo, que fue catedrático de Teoría Económica. Sería deseable que volvieran esos tiempos en que nuestras instituciones eran gobernadas por catedráticos, doctores, docentes y opositores con el número uno, aunque Linde fue número uno de su promoción, y la universidad surtía de altos cargos tanto ministerios como otras instituciones públicas. Es obvio que tanto nuestra universidad como nuestras administraciones padecen el mismo mal. El clientelismo y la política han destruido la meritocracia y ahora tenemos políticos que se sacan los máster y las carreras sin dar palo al agua, porque conocen a no sé quién en no sé dónde para que les convaliden todo lo convalidable o les aprueben sin ir a clase. En nuestro estado de corrupción generalizada, el nombramiento del nuevo gobernador, aunque Linde cumplía los requisitos igualmente, no deja de ser un oasis de aire fresco entre tanto dedazo que encumbra a mediocres y enchufados.
Fernández Ordóñez, nefasto gobernador donde los haya, evidencia el mal supremo de nombrar a un político para un cargo técnico, que no es otro que olvidar que trabaja para el conjunto de los ciudadanos y no para los intereses de un partido político o del líder que le ha nombrado. Esto ni ha sucedido con Linde, preparado para el cargo mucho más que Fernández Ordóñez, ni va a suceder con Hernández Cos, cuya trayectoria, independencia y profesionalidad no dejan resquicio de duda, ni a su capacidad técnica ni a su total lejanía de lo político.
Aunque ahora el Banco de España tiene menos funciones ejecutivas de las que tenía con el ínclito muñidor de nuestras desgracias bancarias, Fernández Ordóñez, es obvio que el trabajo de recuperar el prestigio de la institución es tan grande todavía como pequeño fue el esfuerzo que emplearon para arruinarlo. Hay que recordar que España, desde el nombramiento de Guindos como vicepresidente del BCE, goza del privilegio de doble voto en el Consejo de Gobierno del BCE y otros de sus órganos de gobierno. Es por ello que quien represente al Banco de España en esas instituciones debe tener una trayectoria tan impecable como profesional, lo que se cumple en este caso y debe cumplirse en el caso de su alterno, al que ya hemos hecho referencia y que en mi opinión debería ser ejercido por una mujer, no por la cuota, sino porque el banquillo del Banco de España da sobradamente para ello y nuestra imagen como país se vería reforzada en uno de los centros de decisión más importantes de las instituciones europeas.
El Gobierno ha acertado volviendo a proponer para el cargo a un técnico de la casa de alto nivel, sin vinculación política, que además tiene una sólida formación académica y gran experiencia internacional. Ojalá todos los altos cargos de nuestras instituciones se designaran con iguales criterios y no en base al dedazo que encumbra al mediocre.