
El éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez es incógnita. Entre el jueves y el viernes se despejarán las dudas. Cuando escribo este artículo la postura del PNV no da muchas esperanzas al líder socialista. El resto de los nacionalistas y/o separatistas si no ven clara la victoria de Sánchez tampoco ganarían nada votando a quién se posiciona en contra de sus pretensiones de secesión. De todas formas, no hay nada más fluido que un voto parlamentario, que puede depender de un simple comentario. Habrá que esperar. Pero junto al vodevil del debate de la moción de censura, la clave de esta semana es el anuncio de Ciudadanos de ruptura de su alianza en las cámaras con el Gobierno de Mariano Rajoy: la moción de ruptura.
Parece que Albert Rivera no quiere dar pan ni agua al Ejecutivo. Con un Gobierno estable habría que preparar ya los Presupuestos de 2019 y, para ello, aprobar antes de verano el techo de gasto. Ciudadanos no está dispuesto a votarlo. No hay apoyos suficientes para sacarlo adelante. Es posible que Rajoy ya contara con ello y se hubiera dispuesto a agotar la legislatura con la prórroga del presupuesto de 2018 en 2019. Pero no es lo mismo hacerlo con la imagen de un Gobierno con una alianza parlamentaria de 170 diputados a favor y 5 ó 6 que le podrían apoyar en un momento determinado, que con otra imagen en clara minoría y un rosario de juicios al caer.
En consecuencia, lo más transcendental de esta semana ha sido la moción de ruptura. Si no gana la moción de censura será un episodio de gloria pasajera para Sánchez si es que la sabe aprovechar. También será un ejercicio de dialéctica de Rajoy, que deberá ejercitar sus mejores circunloquios gallegos. Si la moción de censura sale adelante, el esgrima parlamentario no tendrá importancia. Sánchez será presidente, pero con menos apoyo que Rajoy, porque lo contundente es la moción de ruptura, cuyo objetivo es adelantar las elecciones.
Albert Rivera ha olido sangre y, como los depredadores marinos, acude al festín. Las encuestas le son favorables y suspira por unas elecciones anticipadas; es el único partido al que le interesan (ni PP, ni PSOE, ni PU las quieren). Lo complicado es conjugar esta prisa con la estabilidad que ahora necesitaría España, frente a la cuestión catalana y el cambio de ciclo económico que se avecina.
Los aires están cambiando en todos los frentes. Europa aborda un periodo de inestabilidad con una Italia imprevisible. La economía y la política mundial están convulsas, prueba de ello es la volatilidad de la bolsa, el mercado más sensible a las incertidumbres. Cataluña sigue en su agónico postprocés. Pase lo que pase esta semana, luego sería necesario un gran acuerdo de futuro. ¿Recuerdan el consenso constitucional? ¡Paz entre los Príncipes constitucionalistas!