
Este diario, como otros medios de comunicación, se hacía eco de la existencia de un borrador diseñado por dos partidos populistas, a cada cual más, el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga, ambos coaligados para ostentar el Gobierno en el país transalpino.
Dos eran los puntos del borrador, la condonación de 250.000 millones de euros de deuda italiana en manos del BCE, la otra un protocolo para abandonar el euro y la Unión Europea. No es mi intención en esta tribuna entrar en el fondo o no de las consecuencias de abandonar la UE, ampliamente divulgadas a raíz del Brexit; mi atención se centra en si ha vuelto el populismo a Europa. Habría que contestar: ¿en algún momento se ha ido?
El proyecto europeo sufre una crisis sin precedente. Bruselas tiene un problema de comunicación tremendo, los que nos sentimos europeos y creemos en la necesidad de una gran Europa debemos preocuparnos. La diana a la que dirigir los dardos para pescar en los caladeros populares votos de partidos curiosamente equidistantes en el arco político, en algunos casos de partidos estrafalarios de nuevo cuño, es el proyecto unificador de Europa. En un movimiento pendular, típico del ser humano, la crisis ha pasado de ser ilusionante para la unión de los países continentales a ser la causa de todos los males.
Parece olvidarse lo que el proyecto de la UE ha hecho por el denominado viejo continente, el momento de mayor esplendor económico de la historia. Todo ello después de dos guerras mundiales que supusieron un proceso de destrucción sin precedentes. La UE surgía por el impulso de Francia y Alemania precisamente para lograr una paz estable, conseguir unos niveles de protección y beneficios sociales desconocidos en cualquier otra parte del planeta, impulsar la solidaridad entre las diferentes naciones buscando romper las barreras y los recelos entre ellas, hacer de la Europa unida una sociedad desarrollada, protectora y la más avanzada socialmente del mundo.
Esos objetivos siguen hoy presentes en forma de defender los logros obtenidos y conseguir que Europa sea una potencia a nivel mundial. Son muchos los desafíos futuros, muy preocupante la ausencia de la voz europea, un convidado de piedra. ¿Dónde está la visión de Europa en el conflicto Israelí? ¿Nada tiene que aportar en el conflicto con Corea del Norte? ¿Qué hace ante el nuevo nacionalismo ruso y sus intromisiones cibernéticas? Ante el cambio de poder desde Norteamérica hacia Asia, ¿cuál será el papel al que relegarán a los países europeos si aparecen fragmentados y sin voz única?
Fijémonos en los retos económicos que Europa tiene en materia económica. La población envejece, lo hace de forma rápida y constante; un fenómeno que solo se ha dado, hasta el momento en Japón. Es el envejecimiento, probablemente, la mayor preocupación para un sistema de vida con una elevada protección económica y unas sociedades acomodadas, con una clase media amplia y generalizada. ¿Qué puede hacer un país por sí mismo? ¿No es un problema para que todos los Estados europeos encaremos conjuntamente el desafío que tenemos ante el horizonte?
Pasemos de campo, centrémonos en el cambio energético. Hasta el momento Europa, la continental, ha dependido del petróleo. Hoy se ve cada vez con mayor claridad el fin de ese monopolio energético. ¿Es que Europa y sus empresas no tienen nada que decir sobre el nuevo modelo? ¿Va a aceptar la industria automovilística europea los vehículos con motores híbridos o eléctricos, por qué no los motores de hidrógeno?
Estamos en plena vorágine de un avance importantísimo, una revolución: el mundo virtual y el desarrollo de la tecnología de la conectividad informática. Todo un fenómeno que va a transformar la sociedad y la economía tal y como la conocemos. En esta situación, ¿Europa va a seguir sin decir nada? ¿Vamos a tener que seguir dependiendo de las empresas americanas y pedir al Zuckerberg de turno comparecer en el Parlamento Europeo? ¿Seguiremos comprando terminales solo americanos o asiáticos?
En ese cambio de poder que navega por el Pacífico y que supondrá una migración también en lo económico, se imaginan cuál será el papel asignado a países como Grecia, España o Italia; incluso la mismas Francia o Alemania. Ese diseño de vertebración de nuevas zonas geográficas preponderantes o de gran relevancia que va a suponer la Nueva Ruta de la Seda, imbricada en el mismo corazón del territorio europeo, ¿cómo se tiene más poder de decisión, con una Europa unida o dividida?
La idea de una Europa sólida y con voz única, sigue siendo totalmente necesaria, indiscutible en lo económico. Algo necesario no solo para los que vivimos en el continente, sino para el mundo en general. Es necesario reforzar la idea de la unión, hay que buscar nuevos líderes que impulsen el proyecto y lo adapten a la nueva situación, pero por supuesto hay que plantar cara a los populismos, que por falta de comparecencia de los que creemos en Europa, buscan disolver como un azucarillo en el café. Mucho se está hablando de Macron y las fuerzas que aglutina a su alrededor como el polarizador de esa reforma, veremos. Valls es ilusionante y muy interesante para el ayuntamiento de Barcelona. Seamos conscientes que los progresos de la sociedad europea, con un proyecto unificador ha conseguido, son demasiado importantes para cuestionar la idea de una Europa unida o cargar sobre ella.