
Cristina Cifuentes ha renunciado hoy a su puesto de presidenta de la Comunidad de Madrid. Nadie dudaba, o quizás casi nadie, de que Cifuentes tenía sus días contados en ese cargo. El escándalo del supuesto máster estaba teniendo unos efectos políticos demoledores.
De hecho hay dos razones fundamentales para que esto fuera así: en primer lugar que el PP de Cristina Cifuentes no tiene mayoría absoluta y gobierna gracias a un acuerdo de investidura con Ciudadanos. Este acuerdo no sólo establece condiciones en la materia de la lucha contra la corrupción sino que específicamente establece en su punto tercero: "separación de cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica".
Más importante aún es que Ciudadanos condicionó su apoyo a la investidura de Cifuentes a condiciones políticas y económicas, como la ya mencionada de lucha contra la corrupción, o que no se subiesen impuestos, y no condicionó su apoyo a cambio de puestos en el gobierno autonómico.
Por esas razones, Ciudadanos ha podido exigir, en primer término que se abordase una comisión de investigación en profundidad, que el PP abortó, y luego exigir la dimisión de la propia Cristina Cifuentes como presidenta de la Comunidad de Madrid. Si el PP, que fue la lista más votada quiere conservar la Comunidad de Madrid, basta con la dimisión de Cifuentes y que el grupo parlamentario del PP madrileño encuentre a un candidato, limpio de corrupción, para que pueda ejercer de presidente interino durante unos meses hasta las próximas elecciones autonómicas.
Si Rajoy no fue capaz de forzar la renuncia de una Cristina Cifuentes completamente enrocada, y que en la práctica había dejado de gobernar Madrid, e incluso de dirigir su propio partido, entonces Ciudadanos apoyaría la moción de censura para que gobernase el segundo partido más votado.
Naturalmente, a este gobierno interino del candidato del PSOE, el profesor independiente Ángel Gabilondo, Ciudadanos le exigiría que no integre a Podemos. En cualquier caso, ésta, que no es la opción ideal, no debería implicar un cambio de políticas por la evidente razón de que se trataría de un gobierno en minoría. Cualquier cambio de rumbo tendría que contar con la anuencia de Ciudadanos o del Partido Popular porque, en caso contrario, el nuevo gobierno autonómico perdería las correspondientes votaciones en la Comunidad de Madrid.
Para Ciudadanos, que Cifuentes siguiera siendo presidenta no era una opción. Cifuentes no sólo ha mentido reiteradamente a los madrileños, en relación a un máster que realmente no cursó, y cuyo famoso trabajo fin de máster no ha sido capaz de aportar, sino que es beneficiaria de presuntos delitos. Recordemos que el acta del famoso Trabajo fin de Máster es un documento en el que se ha denunciado falsificación de firmas, que la única beneficiaria es Cristina Cifuentes, y que fue ella la que lo exhibió públicamente.
El cúmulo de irregularidades de todo este caso es notable, y actualmente está bajo investigación de la fiscalía, puesto que las propias autoridades universitarias consideran que se pueden haber cometido varios delitos. Por otra parte, tampoco la propia Universidad Rey Juan Carlos encuentra el más mínimo indicio de que el famoso Trabajo fin de Máster se haya siquiera presentado, y los alumnos no vieron aparecer a Cifuentes por las clases ni por los exámenes. No sólo parece haber presunta corrupción por parte de la propia Cifuentes, sino también en el "Instituto de Derecho Público", que dirige el profesor Álvarez Conde, y donde, aquí sí se han empezado a producir dimisiones.
El PP ha calificado esta postura de Ciudadanos como intolerable y de doble rasero. Estas acusaciones se extienden al PSOE, a Podemos y a los medios de comunicación. Algunos dirigentes del PP, algunos y no otros, todo sea dicho, consideran que hay escándalos mucho más graves que el de Cifuentes. ¿Estamos ante una conjura, o si no es así, por qué la situación de Cifuentes era insostenible?
No estamos ante ninguna conjura, es simplemente que el escándalo de Cifuentes es de la modalidad más mortal, políticamente hablando. En política existen dos tipos de escándalos, los que se entienden y los que no se entienden. Los segundos pueden tener graves efectos, pero es difícil y normalmente cuando los jueces, tras mucho tiempo los han certificado.
Pensemos en los graves desfalcos que ocurrieron en bastantes cajas de ahorro administradas por los políticos del PP y el PSOE, con un coste de miles de millones de euros para las Arcas Públicas. Sin embargo, un solo escándalo de los que se entienden, por un importe de 15 millones de euros, las tarjetas Black de Bankia y Caja Madrid ha tenido unos efectos muchísimo más demoledores en términos políticos e incluso judiciales.
Casi nadie entiende complejas operaciones financieras, pero todo el mundo sabe lo que es tener que hacer frente al cargo de la tarjeta, y se puede imaginar lo bien que viviría si nunca se lo exigiesen. Además, el grado de indignación porque algunos pagasen con dinero de una Caja Madrid quebrada, la ropa interior de... en fin, averigua, es perfectamente descriptible.
Como perfectamente descriptible es saber lo que es una enchufada a la que le regalan un máster que no le cuesta el más mínimo esfuerzo a la interesada. Todos hemos tenido que estudiar y nos ha costado mucho esfuerzo, a nosotros y a muchos familiares, amigos y conocidos, como para no indignarse con un trato de favor tan evidente. Claro que puede haber comportamientos peores en política, pero no están tan claros, y no han llevado a presuntos delitos tan evidentes.
Es de necios creerse que lo de Cifuentes es la conjura de los necios: simplemente la han pillado con el carrito del helado. Es algo mucho más claro: un escándalo de corrupción, que como se entiende, lleva a un cambio de Presidente en la Comunidad de Madrid. La única duda es a favor de quién: de otro candidato del PP, o bien del siguiente partido más votado. Les dejo con esa duda que sólo resolverá, en los próximos días, Mariano Rajoy.