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Consecuencias tras setenta años

Foto: Dreamstime

Hace, en estos meses, setenta años de la incorporación a la vida profesional de los primeros economistas licenciados en la Facultad de Economía, que habían iniciado sus cursos universitarios a principios de 1944. El impacto de esa llegada no está estudiado todavía, pero evidentemente causó más de una repercusión en la vida de la Administración pública, en el mundo empresarial, por supuesto en el docente, en el investigador y desde luego en el mundo financiero. Las consecuencias sociales y políticas son muy importantes, y al exponer la historia española de la segunda mitad del siglo XX, habrán de tenerse en cuenta.

Estas consecuencias se producen porque, desde entonces, y a lo largo de años y años, los catedráticos y profesores que prepararon a estas sucesivas promociones de economistas, se pronunciaron con una extraordinaria libertad. Basta señalar, por ejemplo, que ya en el inicial año de 1944, y en una edición que se señalaba en la portada, que había sido editada "por la Delegación del S. E. U. de la Facultad", con exhibición de su emblema, se publicaba una aportación titulada Introducción a la economía política, redactada por los profesores Valentín Andrés Álvarez y José María Naharro, profesores ambos de la naciente Facultad. En esta obra, en las págs. 62-64, aparecía el epígrafe "La economía nacional sindicalista". Y el mensaje que se contenía sobre ella era tan crítico como lo que sigue, tomado textualmente de esas páginas: "Tiene una forma propia para fijar los precios, porque un sindicato monopoliza un artículo o servicio de manera que el esquema teórico del cambio de esta economía sindicalista o nacional sindicalista es un conjunto de monopolios. En todo cambio se enfrenta un monopolio de oferta frente a un monopolio de demanda. Es un tipo interesantísimo de formación de precios que será explicado en su día, que se llama monopolio bilateral, es decir un monopolio de los dos lados ... Pero veremos en su día que esta forma de mercado no produce un precio de equilibrio como se produce en el mercado de libre competencia. En los mercados de libre competencia se forman precios de equilibrio por sí mismos, sin que el Estado deba intervenir, es decir, que los mismos precios económicos crean el equilibrio. Por el contrario, en esta forma de monopolio bilateral no hay un precio de equilibrio. Las fuerzas económicas por sí mismas no pueden hacerlo y, por tanto, el Estado tiene que intervenir en muchos de los fenómenos del cambio de esta Economía". ¿No está clara una crítica a la política económica que se impulsaba en aquellos momentos? ¿Y las críticas, realmente feroces, del profesor Torres a la orientación de la política económica basada en un proteccionismo muy fuerte? Los alumnos observaban que esto no coincidía con, por ejemplo, los planteamientos que se hacían por Suanzes, en el Gobierno, o al frente del INI. Y por lo que se refería a la política fiscal, surgió en un ayudante de Mariano Sebastián, Fuentes Quintana -en la Cátedra de Hacienda- la afirmación de que era preciso continuar el sendero de reforma tributaria de Flores de Lemus, que parecía haberse abandonado. O también las consecuencias de que el texto para el estudio del comercio internacional fuese el de Haberler, que nada tenía que ver con lo que se señalaba desde el Ministerio de Comercio.

Todo esto creó un claro clima de reforma necesaria en los graduados en la Facultad. Unos siguieron el sendero de procurar el cambio a través de suaves evoluciones políticas. Otros, por el contrario, desearon conseguirlo gracias a una alteración más radical y de acuerdo con el espíritu que había surgido en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. No puede ignorarse que daba la impresión de que los otros países mantenían su desarrollo gracias a los cambios en aspectos económicos y sociales más acusados que los logrados en España. Tampoco se debe olvidar que esos cursos académicos se practicaban en unos momentos de vinculación intelectual, incluso a veces polémica, no sólo con Keynes y planteamientos social demócratas, sino también con posibles vinculaciones de raíz marxista, o sencillamente con modelos que parecían que generaban buen desarrollo en la Inglaterra donde triunfaba el Partido laborista o el componente derivado de la Escuela de Friburgo, en Alemania. Para tener una idea de esas líneas conviene, por ejemplo, conocer la Introducción, muy bien escrita además, de esa obra, que considero esencial para entender bastante cosas de la Transición en su aspecto económico, que es la de Carlos Solchaga, Las cosas como son. Diario de un político socialista 1980-1994 (Galaxia Gutenberg) 2017. Debo añadir que Carlos Solchaga ha sido, y es, un buen economista graduado en esa Facultad.

Pues bien, en esa Introducción vemos cómo destacados economistas pasan de inmediato al Servicio de Estudios del Banco de España o, como Miguel Boyer y Carlos Solchaga -éste, en el cargo de subdirector- al Servicio de Estudio del Instituto Nacional de Industria.

No se entiende nada de cómo se logró, después que se alcanzasen acuerdos fundamentales en política económica muy variados, y a veces, en medio de tensiones políticas graves, como sucedió con los Pactos de la Moncloa, sin tener en cuenta que en un campo nada socialista políticamente, como el de Fuentes Quintana, se enlazaron posturas como la suya, con las que sostenía Julio Segura, vinculado entonces con el Partido Comunista, pero, sobre todo, con la verdad, como mostraba en un artículo que causó sensación, en la revista Octubre. ¿O es posible explicar la elaboración de la política económica del PP sin tener en cuenta los mensajes que se derivaban del llamado grupo de economistas del diario Arriba? En él estaban economistas tan importantes como Fuentes Quintana, Arnáiz, Cotorruelo, Albiñana o Cerrolaza.

Sin tener en cuenta todo esto, no se entienden ni la realidad actual de España ni, históricamente, multitud de aspectos de nuestra historia contemporánea, sobre todo desde 1957 hasta casi ahora mismo.

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