
Comienza la VIII Cumbre de las Américas, será en Lima, 13 y 14 de abril. Esta es una reunión periódica (sin plazo determinado) a la que asisten Jefes de Estado y de Gobierno de los 35 países de la región. En esta ocasión el tema elegido es: Gobernabilidad democrática frente a la corrupción.
La anterior, la VII Cumbre se realizó en Panamá, 10 y 11 de abril de 2015. El tema fue: Prosperidad con equidad. Desde entonces, los cambios en toda la región han sido, como en el mundo, intensos y prueba de ello es que bastantes de los asistentes incluido el secretario general de la OEA, ya no están en la actual Cumbre. En el comunicado final, se expresaba que por diversas razones, había sido una Cumbre histórica. La decisión que anunciaron los Presidentes de Cuba y Estados Unidos para avanzar en un nuevo enfoque de las relaciones entre sus países, creó una legítima expectativa de que situaciones, antiguas y recientes, que han tensado las relaciones hemisféricas pudiesen ser solventadas.
Pero las cosas como decía han cambiado mucho, y la perspectiva también. Desde la fotografía entre Barack Obama y Raúl Castro, conversando cordialmente en el marco de la política de acercamiento, se ha pasado al actual distanciamiento que ha puesto el presidente Donal Trump, quien se debería haber encontrado con Castro, y muy probablemente no exista otra oportunidad. Por tanto, no habrá foto ni de reconciliación ni histórica, pues el presidente cubano se retira de su mandato el próximo 19 de abril. Lo que no cambia es Cuba, que por cierto no pasa por sus mejores momentos, aunque este es un episodio más de los incontables que ha logrado sortear, con más o menos apoyos. Aunque ahora ya no cuenta con los apoyos de Argentina, Brasil y Chile, ni la tolerancia de Washington. Y Venezuela, su gran socio, se encuentra a la deriva, tanto que sufre una tragedia que ni siquiera Cuba la ha conocido.
El otro gran cambio, es en la esfera económica. Resulta altamente interesante comprobar cómo ha desaparecido el espíritu de la I Cumbre de las Américas, convocada por Estados Unidos en 1994, que tenía como objetivo convencer a sus vecinos para que el continente se convirtiese en un área de libre comercio.
Entonces en América Latina, comenzó la etapa de la aplicación de la política de apertura del Consenso de Washington, que pretendía recuperar el crecimiento de la región y dejar atrás la era proteccionista, conocida como "industrialización mediante sustitución de importaciones". ¿Les suena? Claro que sí, es con sus peculiaridades el lema de Trump: América First. Por tanto, la VIII Cumbre revela lo mucho que han cambiado las cosas durante los últimos años. Estados Unidos ahora es el impulsor y defensor del proteccionismo, mientras que sus vecinos apoyan las tesis de China, el mayor rival económico y comercial de EEUU, que se ha convertido en el paladín del libre comercio en sintonía con la región y los países más importantes como Brasil, México, Argentina, Colombia, Chile y Perú.
Con el horizonte inmediato cargado de elecciones en varios países, es difícil predecir qué partidos asumirán el poder y, en consecuencia, se hace difícil saber si lo acordado en la Cumbre de Lima será ratificado por los nuevos gobiernos. Y finalmente, no debemos olvidar a Venezuela, ayer boyante, hoy en bancarrota y sin rumbo, lo cual configura un muy serio y complejo problema, que no ayuda a las soluciones que reclama la región, que por cierto está en el camino de la recuperación. En la antesala de la VIII Cumbre, la agencia Fitch, confirmó una mejora en el crecimiento económico, con excepción de Venezuela. Las estimaciones son de un crecimiento del 2,6% que es casi un punto superior al 1,7% de 2017.
Por todo lo cual, mis mayores deseos de éxito para continuar avanzando hacia la IX Cumbre, desde las realidades creadas por los gobernantes para los gobernados.