Recuerdo el impacto que me causó, en los casi recién iniciados cursos de Ciencias Económicas, el profesor Walter Eucken en el ciclo de economía que desarrolló en Santander, en la Universidad Internacional, ahora Menéndez y Pelayo, en agosto de 1949. Por supuesto esperábamos su mensaje aquellos que habíamos recibido ya noticias de este economista en los cursos dictados por el profesor Stackelberg, quien nos había comenzado a apartar de aquella dirección proclive al incremento, casi sistemático, del intervencionismo estatal, con complementos sociales que el grupo de Cambridge enviaba como mensaje evidente de Keynes, pero que podía enlazar con una especie de depuración de mensajes de Marx. Ahí se encontraba el ensayo, que habíamos devorado, de Joan Robinson, On Marxian Economics, y a partir de ahí, otras muchas aportaciones -recordemos las de Lange-, que constan en referencias bibliográficas de nuestros escritos de entonces. Por supuesto, rechazábamos sobre todo los puntos de vista que entonces emitía Hayek, a pesar de que había recibido en 1947 el Premio Nobel de Economía, y sobre todo, aquel conjunto de trabajos de éste que, en el conjunto de sus Obras Completas, por parte de Unión Editorial, aparece en el volumen titulado Contra Keynes y Cambridge.
Pero el mensaje de Eucken, que guardo con su firma y fecha -el 28 de agosto de 1949- nos hizo caminar por otro sendero. En el ejemplar de las intervenciones que conservo mantengo un subrayado que afecta a este párrafo: "Hay que contar con que a pesar de una política consecuente encaminada al orden de la competencia, en determinados mercados, no surgirá una competencia perfecta, sino otras formas de mercado.
¿Cómo ha de comportarse la política económica frente a estos mercados y ramas de la producción? Ésta es una cuestión. La otra es la siguiente: la explicación y el análisis científico muestran que la dirección del proceso económico a través de la competencia perfecta, no obstante sus grandes servicios, origina en determinados puntos daños e imperfecciones. De ahí la necesidad de ciertas medidas de política económica si el orden de la competencia ha de ser una realidad". Y una de esas realidades es la referente al mercado financiero. Gracias a la generosidad de ese gran experto en el funcionamiento de la economía financiera, que es el profesor Torrero, ha llegado a mis manos el texto de la Per Jacobson Lecture, pronunciada el 27 de junio de 2010, en plena crisis subprime, por ese otro gran experto en esas materias que es Tomaso Padova Schioppa. Tituló éste su intervención, Mercados y Gobierno.
Antes, durante y después de la crisis 2007-20XX. Resulta su lectura además, especialmente valiosa para España, porque afecta continuamente a la política que entonces hubiera tenido que ponerse en marcha por el Gobierno socialista que unía a medidas de socialización otras de tipo populista, después de haber alcanzado el poder tras el conflicto de Irak, por el que se derribó al Gobierno Aznar. El responsable de esas medidas económicas era Rodríguez Zapatero. Por supuesto que su administración incluso fue criticada por quien era su mano derecha en estas materias, Solbes.
Y respecto a lo que entonces sucedió, ¿qué nos señaló, entre otras muchas cuestiones Tomaso Padova en esa espléndida conferencia? Pues nada menos que casi desde su comienzo destaca esta cuestión: "La fractura de 2007 se ha producido como culminación de una era en la que la política económica había sido guiada por una fuerte creencia en las virtudes -incluso en las mágicas- del mercado" y como señalaba Keynes en los párrafos finales de su gran obra, la Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, esa orientación política, que criticaba Tomaso Padova Schioppa, procedía de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Ambos en los años 1979-1980, "en cambio propusieron medidas de generalización de la acción del mercado durante años, amparados por medios académicos, procedentes de una generación de economistas que habían apostado en favor de las ideas y las políticas sostenidas en aquello que había llamado Paul Samuelson, la síntesis neoclásica".
Por tanto, si por ejemplo se decide que el sistema bancario puede moverse en plena libertad, "con el tiempo el riesgo se incrementará, y la crisis se generará más pronto o más tarde". Y todo esto ya se había señalado. Todo está claro entre Torrero y Don Patinkin, -de éste puede verse el tratamiento que hace de Keynes en el Diccionario de Economía New Palgrave- pero yo ya lo había encontrado en el artículo de Keynes, La política del Banco de Inglaterra, así como en todo el conjunto de artículos publicados en el Evening Stándard en 1925, que está reunido con otros artículos en el conjunto titulado Las consecuencias económicas del Sr. Churchill, y que en español se contiene en esa espléndida edición preparada, y presentada, por Antonio Argandoña en esos textos keynesianos titulados Ensayos sobre intervención y liberalismo (1987).
Hay que aceptar pues, las virtudes del mercado, pero mucho cuidado con no tener en cuenta esto que señala Tomaso Padova Schioppa, sobre la necesidad de que autocancelemos el inicio del criterio derivado de esas orientaciones de la política en favor de que "sólo el mercado sabe" y que por eso si se aparta la política en cualquier sentido contra esa sabiduría, esa credibilidad esfumada nos castigará. Keynes antes y ahora Padova, nos han señalado lo contrario. Conocer exactamente lo que corresponde al mercado o al Estado, sin demasía alguna, en un sentido o en otro, es el papel clave para no cometer errores que siempre acabarán siendo gravísimos.