Definitivamente, Jordi Turull es gafe. Cuando se disponía a atravesar las puertas de la gloria, el juez Pablo Llarena le amargó la vida. No es la primera vez que le sucede. Siempre que ha aspirado a algo en política, le salió el tiro por la culata. Ha sido una especie de tonto útil, al que habitualmente han utilizado de mamporrero.
Es como Urrutia, el protagonista de la divertida comedia El gafe (1959) dirigida por Pedro Luis Ramírez e interpretada José Luis Ozores. Se trata de un buen hombre, que trabaja eficientemente como empleado de banca y, a pesar de ello, sus jefes y compañeros le guardan cierto recelo, pues están convencidos de que todas las cosas malas que suceden en la oficina se deben a la nefasta influencia de Urrutia.
Turull-Urrutia hace cinco años aspiraba a suceder a Oriol Pujol (hijo del honorable, que tuvo que dejarlo por unos asuntillos de corrupción) como secretario general de Convergència (CDC). Pero la dirección del partido optó por el tándem Josep Rull-Lluís Corominas. En 2016, Artur Mas le propuso como secretario general del PdeCat, pero los militantes prefirieron a Marta Pascal, que es más rubia, más lista y más guapa.
Cuando por fin toca poder y le nombran flamante consejero de Presidencia y portavoz de Puigdemont, solo estuvo tres meses. El malintencionado Rajoy le aplicó el 155 y los jueces le metieron en la prisión de Estremera. Se pasó un mes y dos días entre rejas y tras pagar 100.000 euros consiguió la libertad provisional condicionada. Ahora, el juez Llarena, tras encontrar nuevas pruebas considera que dichas condiciones no han sido observadas, por lo que su situación judicial se complica. Todo hace pensar que a Urrutia-Turull le esperan unas largas vacaciones bajo la sombra, la inhabilitación y el final sin gloria de su mediocre carrera política.
Abogado de profesión, no tiene el menor pudor a la hora de mentir o manipular la información, como puso de evidencia en el fallido referéndum del 1-O. Hosco, independentista radical y muy antipático, representa el prototipo del político de la vieja guardia de Convergència: concejal de su pueblo; gerente de Sant Cugat; defensor sin éxito en el caso Palau e identificado de una u otra forma con la política del 3% de Jordi Pujol. Con tal perfil, no es de extrañar que sea gafe.