Firmas

Del feminismo y la igualdad

  • La huelga es voluntaria; lo importante es extender la cultura del feminismo
Foto: Dreamstime

Acaba de finalizar la oposición a Notarias cuyo 1º Tribunal tuve el honor de presidir. Por primera vez presidía una mujer. En otros Tribunales similares no ha habido aún una Presidenta. El porcentaje de mujeres que aprobó fue del 61%. De las grandes oposiciones es el porcentaje más bajo, rondando algunas como Registros el 90%. Las profesiones jurídicas están ocupadas básicamente por mujeres. ¿Si esto es así, por qué hay tan pocas mujeres socias de grandes despachos, magistradas de Tribunales Superiores, académicas o consejeras de empresas cotizadas? A mi juicio no hay igualdad por dos motivos evidentes. El primero es el parón de la maternidad. Las carreras se inician con igualdad de oportunidades, pero llega un momento, en muchos casos, en el que la vida personal impone a muchas mujeres tomar decisiones y abandonar cualquier posición de liderazgo. En España los horarios laborales son largos y generalmente improductivos y no es inusual que finalicen más allá de las siete de la tarde, sin olvidar que muchas profesiones exigen no desconectar mails hasta tarde. El segundo - y principal - es la sombra del machismo. Una sombra alargada de casta, de desconfianza, de sanedrín. Que no es extraño conduzca en determinados supuestos a la exclusión y al acoso.

Ambas situaciones generan violencia contra la mujer.

Y si esto ocurre en el mundo de las privilegiadas, ¿qué decir de los demás mundos? El escenario machista se recrudece tras la masiva incorporación de las mujeres a todas las áreas laborales. En algunas existen, adicionalmente, nichos de población femenina en verdadera situación de exclusión social. Tal ocurre en determinados segmentos de mujeres inmigrantes o entre las homosexuales en donde el machismo se entrelaza con discriminaciones feroces.

¿Qué pueden hacer los poderes públicos para erradicar el machismo de la sociedad?

Es una pregunta que solo puede tener una respuesta. Educación. Sin duda se precisan políticas activas, plurales y mantenidas en el tiempo. Políticas regladas en códigos de conducta obligatorios en su seguimiento: desde los colegios hasta las empresas; desde la Administración hasta la Justicia. Estos códigos deben imponer una participación obligatoria de la mujer en paridad -aunque duela, porque duele, la sombra de duda de que no estás en donde debes por tu valía sino por cuotas-; una regulación de horarios, que no agrande aún más la diferencia entre las funcionarias y las demás; y sobretodo tolerancia cero con el acoso y la exclusión por ser mujer. Debe haber la posibilidad de denunciar en los centros de trabajo, públicos y privados los episodios de acoso y un seguimiento efectivo. Pero sobretodo, debe lucharse activamente contra el manto de impunidad social que impide la efectiva igualdad.

También se hace necesario visibilidad y denuncia. No solo el 8 de marzo. Es imprescindible que se oiga la voz de las mujeres, desde la Tribuna que les permita denunciar la desigualdad, la brecha laboral, el maltrato o el abuso que muchas sufren sin tener por qué aguantar. No deben soportarse los tics de superioridad, más comunes de lo que pueda parecer, aceptados como regla social.

Por todo ello el feminismo no debería ser monopolio de las mujeres. El feminismo debería ser una actitud obligada; una contracultura contra el machismo que impregna la sociedad en todos sus estamentos. Mientras no sea así entendido y no forme parte de los principios generales de la Democracia, ésta no se habrá implementado efectivamente.

Por esto considero que es lícita la reivindicación permanente y muy entendibles los gestos mediáticos como el movimiento Me too.

En este universo gestual y reivindicativo cabe encuadrar la huelga de mujeres convocada para este jueves. Dejando al margen disquisiciones jurídicas sobre su inclusión en el derecho regulado de huelga - un difícil encuadramiento - es cierto que si las mujeres pararan se pararía el mundo.

Pero, como toda huelga, la de este jueves es una elección voluntaria. Lo realmente importante es colaborar en la defensa de la igualdad de las mujeres; visualizar que es un derecho irrenunciable, nuestro y de nuestras hijas; colaborar a extender la cultura del feminismo en la sociedad.

De muchas maneras, como se pueda. Por ejemplo, escribiendo este artículo.

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