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Días de ansiedad política en España

  • Hay ambiente preelectoral a dos años y medio aún de unas generales
Foto: Reuters

Las elecciones de Cataluña celebradas en diciembre pasado parecen haber agitado más de una libido electoral en los principales dirigentes políticos españoles. Eso, o el olor a desgaste de neumáticos del gobierno sólo dieciséis meses después de la investidura del presidente. Sea el factor que sea el causante, el resultado se aprecia día a día en la agenda pública sólo con escuchar las constantes declaraciones de los múltiples portavoces que cada partido pone en liza. Hay ambiente preelectoral, nada menos que a dos años y medio casi de las próximas elecciones generales.

La ansiedad por una cita urgente con las urnas no es necesariamente mala o criticable en sí misma. Denota nerviosismo y prisas, pero en un sistema democrático no hay que tenerle ningún miedo a que los ciudadanos se expresen a través del voto. La peculiar situación de este momento es lo que choca directamente con la lógica: España tuvo que votar dos veces entre diciembre de 2015 y junio de 2016, comicios muy recientes como para estar pensando en repetir una tercera vez las elecciones. La radiografía que arrojan las múltiples encuestas que se publican tampoco ayuda a entender una cita electoral como solución a los problemas políticos del país. Ningún partido alcanza el 30% de intención de voto, y la formación de posibles mayorías sería hoy aún más complicada. De nada sirve la interpretación de que Ciudadanos y PP superarían juntos los 176 escaños porque esa alianza es inviable vistas las posiciones de ambos desde hace ya muchos meses.

Aguantar estos dos años largos de legislatura con el constante llamamiento a la disolución de las Cortes por algunos y el silencio contenido pero con el mismo objetivo por otros va a ser digno de héroes. Las cartas están ya marcadas: el PSOE quiere elecciones, tal y como reclama su líder ya abiertamente, aunque hasta ahora pareciera lo contrario. Sánchez ha roto su silencio de varios meses en los que parecía que iba a preparar concienzudamente su nuevo intento de llegar a La Moncloa con la paciencia del trabajo interno en el partido y la lluvia fina de sus propuestas conectando con la sociedad. Y Ciudadanos parece querer las elecciones pero no puede proclamarlo claramente porque eso rompería su imagen de fuerza estabilizadora en momentos de convulsión.

La piedra de toque de los Presupuestos será una vez más decisiva. Rivera tendrá que esforzarse en explicar, si así se produce, un voto negativo a unas cuentas que su propio partido ha contribuido a elaborar, con decisiones muy importantes para los ciudadanos y para los servidores públicos. Si deja caer los PGE, estará dando motivos para una moción de censura, y no tendrá sentido si luego no la apoya porque la única opción del gobierno será llevar a cabo por decreto las decisiones más urgentes para el funcionamiento del Estado.

Sánchez y Rajoy deben analizar con detenimiento lo ocurrido este pasado fin de semana en Italia, donde dos opciones populistas, dos extremos situados a cada lado ideológico, han batido con total claridad a los partidos que representaban ideologías convencionales o tradicionales. El líder socialista debe además mirarse en varios espejos que pueden proyectarle imágenes esclarecedoras: los de Mateo Renzi, Jeremy Corbyn, Martin Schulz o Benoit Hamôn.

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