Parecería que el peso significativo de la vida portuguesa se había apartado, en sus aspectos más importantes, de la realidad española a partir de aquel momento en que nuestro monarca Carlos II, al tener que retirar las quinas portuguesas de su escudo, no pudo contener las lágrimas. El intento de los monarcas de la casa de Borbón de liquidar la salida de Portugal, no solo hacia la eliminación de esa independencia, sino hacia la liquidación de su alianza con Inglaterra, el enemigo máximo de España en el siglo XVIII, culmina con una especie de fracaso colosal. Este fracaso, si se es más exacto, esta catástrofe, se originó con Fernando VII y Godoy, y las decisiones que llevaron al desastre hispano, de aceptar la alianza con Napoleón para retornar a la situación creada con Portugal por Felipe II. Las tropas francesas entraron en España también para cambiar su monarquía.
El cataclismo económico español se produjo a partir de esa fecha. Fue el momento en que, alzamientos triunfantes en los virreinatos americanos, España dejó de tener ese talante típico de las economías imperiales, y en este nuevo panorama, nuestra organización económica pasó de tener planteamientos universales, a ser una economía nacional, situada en la Península Ibérica y poco más.
La consagración oficial tuvo lugar en 1892. En un discurso sobre ese cuarto centenario, al que asistían representantes de todo el mundo iberoamericano, y también de Portugal, Cánovas acentuó su tradicional mensaje proteccionista español en lo económico. Efectivamente, como creo se muestra en un trabajo que publiqué en un tomo de homenaje a Manuel Varela, economistas librecambistas españoles y portugueses, así como empresarios -sobre todo portugueses- trataron de impulsar una Unión Económica Ibéricana. Quedó en nada. Tras 1918 y el auge del nacionalismo económico en toda Europa, que culminó también en Portugal y en España, todo lo que podía hacerse era algún tipo de colaboración para mejorar situaciones monopolísticas posibles en el comercio internacional, como se exponía en el libro de José Miguel Ruiz Morales La economía del bloque hispanoportugués (Instituto de Estudios Políticos, 1946).
Pero ahora, el final de la II Guerra Mundial, y en parte desde el inicio de la Guerra Fría, todo lo alteraron. Basta señalar que Portugal, primero en la etapa de Oliveira Salazar, ingresa en la OCDE y participa en los mecanismos de la Ayuda Marshall. España se incorpora a esa situación a partir de 1957, y todo ello acabará creando la base necesaria para que ambas naciones ingresen simultáneamente, desde inicios de 1986 -la decisión de 1985 obligó a poner el proceso en marcha un par de meses después del inicio de 1986-, y de pronto se observa una realidad radicalmente nueva en la Península Ibérica. Se liquidó la frontera económica, larguísima por cierto, entre ambas naciones, que por ello para una ruptura de un mercado único desempeñaba el mismo papel que si hubiese existido desde Pontevedra a Huelva una cadena montañosa alpina, o incluso parecida al Himalaya.
Ese derrumbamiento ha vinculado muchísimo el tráfico de bienes y servicios a las dos economías ibéricas, y como han presentado los autores de una obra impulsada por la Universidad Tecnológica de Lisboa, que efectúa trabajos excelentes de economía, ha pasado a existir un conjunto amplísimo de inversiones españolas en Portugal, y también la mayor facilidad de ampliar las inversiones directas extranjeras que existen en España, hacia ampliaciones situadas en Portugal.
Este enlace motiva que -y eso no existía prácticamente antes de 1985- el mundo español de la economía ha pasado a estar muy interesado por la coyuntura portuguesa.
Un ejemplo significativo creo que es este texto que aparece en la aportación inicial, titulada La economía mundial, viento en popa, en el Informe Mensual correspondiente a noviembre de 2017, preparado por Caixa Bank Research, que concluía ese artículo así: "La economía española y la portuguesa siguen navegando en un contexto externo favorable... Respecto a Portugal, el contexto externo también es uno de los responsables del buen momento de su economía. Cabe recordar que en el segundo trimestre de 2017, el crecimiento fue del 3% interanual, en buena medida gracias a la potente combinación de fuertes exportaciones y dinamismo inversor, y todo apunta a que en el tercer trimestre ambas fuerzas habían seguido siendo motores de la expansión lusa".
Y como consecuencia de eso, esa publicación, Informe Mensual, en el apartado de estadísticas económicas básicas para conocer la marcha de la economía internacional, ofrece cada mes datos del crecimiento del PIB y de la inflación, en los países significativos para la economía española, y entre ellos, los de Portugal. Por eso, en la publicación Informe Mensual de Caixa Bank Research, comparando, podemos observar que el crecimiento del PIB portugués había sido, en tasa interanual, en 2016, del 1,5%, en 2017, del 2,7%, pero ya tanto en el segundo como en el tercer trimestre de 2017, de 3 y del 2,5% respectivamente, y con una inflación de 1,7%.
Y esto, ¿a qué se ha debido? En el artículo, también del Informe Mensual de enero de 2016 de Caixa Bank Research, titulado ICIE 2017: resultados principales, se ofrece el ICIE, un índice que valora cuestiones clave en un proceso de internacionalización, y que cuantifica dónde es más favorable o no, para la marcha de otras economías y de la economía española.
El ICIE máximo es 100, y el menor 0; en los 20 países con un ICIE más alto, Portugal ocupa el puesto séptimo, con un ICIE de 80, por encima de Suiza, de Canadá, de Bélgica, y en Iberoamérica, de México o de Chile. La economía española, pues, debe estar encantada por ese avance de Portugal y resultados complementarios.
Y ese desarrollo y apertura de Portugal, ¿cómo se ha conseguido? En unas declaraciones efectuadas por el primer ministro portugués, el socialista Antonio Costa, al director de ABC, Bieito Rubido, acompañado de Ramón Pérez-Maura y Belén Rodrigo, tal como apareció en ABC el 11 de febrero de 2018, se dejó claro que, una vez más, la fórmula del incremento del mercado libre, que supone la apertura al exterior, y medidas de cohesión social son fundamentales y muestran que, con el crecimiento, han reducido el paro del 12,6% al 8%, lo que se encuentra detrás de "un crecimiento sólido apoyado en las inversiones privadas (ojo, no en las del sector público -nota de J. V. F.-), muchas de ellas extranjeras, y un crecimiento de las exportaciones del 11%, que están siendo el gran motor de la recuperación económica". Y Costa destacó también las interconexiones con España -por ejemplo en relación con el gas natural- y las ventajas de constituir en la Península Ibérica un mercado de 60 millones de personas cada vez más pudientes.
¿Queda, pues, claro, el motivo de que el actual enlace con Portugal, dentro del ámbito comunitario, supone una superación, por fin, de lo que sucedió en la etapa de economía nacional en España, la que se inició en 1808 y en 1957 comenzó a liquidarse?